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Vocación

Entrad, postrémonos por tierra,

Bendiciendo al Señor creador nuestro,

Porque él es nuestro Dios y nosotros su pueblo

El rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz;

No endurezcáis vuestro corazón.

(Salmo 94,67)

<<  pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 3 . A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. 4 . Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.>> (Jn 10, 2-4)

Jesús se comparó con un pastor, al decir que sus ovejas reconocerían el sonido de su voz, lo mismo que él las reconocería a ellas.  Una de las verdades básicas se  la fe cristiana se expresa en esta idea de la llamada divina y la respuesta del hombre.  Toda la vida cristiana está reseñada en esta vocación y respuesta que el Evangelio describe repetidas veces.

Cristiano es aquel que ha escuchado la llamada de Cristo y respondido personalmente.  Por tanto, no es correcto pensar que únicamente tienen <<vocación>> los que están en monasterios, conventos, seminarios,  comunidades religiosas o casas parroquiales.  Todo cristiano tiene la vocación de ser discípulo de Cristo y seguirlo.  Algunos lo siguen en el matrimonio, que, a pesar de no imitar su vida célibe, participa no obstante del ministerio de su presencia en el mundo (Ef 5, 25-31).  Otros siguen a Jesús al vivir en castidad, pobreza, obediencia y servicio a los demás en el amor.  El monje no tiene dos vocaciones, una como cristiano y otra añadida por su estado de monje.  Su vocación monástica no es más que un simple desarrollo de su propia vocación cristiana, un paso más en el camino elegido personalmente para él por Jesucristo.  Feliz el hombre que escucha la voz de Cristo llamándolo al silencio, a la soledad, la oración, la meditación y al estudio de su Palabra.

Esta llamada para vivir apartado con Cristo y subir con él a la montaña para orar>> (Lc 9,28), es rara y especial, de manera particular en nuestros días.  Pero también es muy importante para la Iglesia, y por eta causa aquellos que creen ver indicaciones de esta vocación es sí mismo o en otros, deben encarar el hecho con sinceridad y hacer algo al respecto en un espíritu de oración y prudencia.

La paz de la soledad y el apoyo de la comunidad contemplativa tienen un atractivo especial para mucha gente, y no es de extrañar que en nuestros tiempos se presenten muchos aspirantes en los monasterios más estrictos, buscando precisamente la vida austera y dedicada de aquellas comunidades que han renunciado más explícitamente al mundo.  Una atracción por el silencio y la oración, un deseo generoso de abrazar la disciplina y ofrece los años maduros en sacrificio a Dios, puede ser un siglo de vocación auténtica.  Pero no basta la sola atracción.  Ni su ausencia es garantía de que falte tal vocación.

Una vida de piedad extraordinaria tampoco es necesariamente una señal de que uno sea apto para la vida contemplativa.  Con frecuencia, hay personas que viven como buenos católicos en el mundo, pero al entrar en clausura se vuelven demasiado introspectivos y replegados sobre sí mismos.  Sus ejercicios de piedad se hacen artificiales, forzados y excesivos.  Un monje debe tener la personalidad bien equilibrada y su enfoque religioso debe ser sincero y profundo.  Como lo indica san Benio, debe buscar a Dios con sinceridad y poder vivir socialmente, con llaneza y caridad hacia los demás.  Debe tener un funcionamiento sólido de actitudes cristianas, una capacidad de servir alegre y generosamente, ser humilde y bondadoso, y sobre todo flexible para poder cambiar y aprender.  Una persona aparentemente muy piadosa, o que parece conocerlo todo sobre la vida interior, puede malograrse en un monasterio debido a su incapacidad para cambiar y aprender nuevos caminos del espíritu.

A veces los que se sienten obligados por el peso del trabajo en el apostolado activo se vuelven hacia los claustros contemplativos en busca de paz y descanso; pero esto no es normalmente la solución a sus problemas, aunque siempre hay algunos hermanos en las comunidades monásticas que se han adaptado bien después de comenzar en la vida activa.  Al seguir una llamada a cualquier vida religiosa o sacerdotal, se trata de una elección libre, pero debemos recordar siempre que la elección fue hacha primero por Dios (Jn. 15,16).  Sin embargo, la elección divina puede manifestarse en forma oscura y extraña.  Frecuentemente, es difícil explicar qué constituye una vocación.  A esta pregunta no hay que contestar en forma abstracta, sino en cada caso concreto, sobre la base de la experiencia y la prudencia de quienes estén capacitados para ayudar al candidato a discernir lo que Jesús está diciendo y a dar una respuesta.

Al hablar san Elredo acerca de la vocación cisterciense en particular, dice: <<Vosotros estáis llamados por admoniciones exteriores, por buenos ejemplos y por inspiración secreta>>.

Así la idea de la vida monástica se despierta a veces por una advertencia, por la sugerencia de un sacerdote o amigo espiritual y hasta por una observación casual.  A veces, también, el ejemplo de uno que abandonó el mundo para vivir en una comunidad contemplativa puede llevarnos a pesar seriamente en hacer lo mismo.

A veces, un hombre es conducido a la vida monástica por una atracción profunda, persistente y duradera, con una convicción interior cada vez más manifiesta, de que eso es lo que debe hacer.  Esto puede involucrar mucha incertidumbre y un intenso conflicto interior.  Relativamente pocas vocaciones se deciden sin lucha. Pero cualquier católico que busque con sinceridad entregar su vida a Dios en un monasterio, que comprenda a qué está destinada la vida monástica y esté dispuesto a aceptarla como es en realidad, puede ser admitido.

Sin embargo, el candidato tiene que reunir ciertas condiciones físicas, mentales y espirituales.  Ante todo, debe ser maduro: veinte años es la edad mínima para la mayor parte de nuestras comunidades.  Debe tener la salud necesaria para vivir según la Regla y las normas de la Orden, con su régimen de vida, trabajo manual, vigilias, convivencia, etc.  Una excesiva susceptibilidad sería un contrasigno.

Por lo menos se requiere una educación primaria, y en algunos casos los hermanos que aconsejan al aspirante pueden decidir que, según sus posibilidades, termine al bachillerato o curse estudios universitarios antes de entrar.  Po otra parte, la madurez afectiva es más importante que la mera formación intelectual.  En cuanto a las condiciones morales, es lógico suponer que cada uno que pide ser admitido no sea ya un modelo de perfección, pero tiene que tomar las cosas en serio y debe tener cierta garantía, basada en la experiencia, de que es capaz de cumplir las obligaciones impuestas por los votos.  Una súbita conversión después de una vida desordenada no es necesariamente un signo de que se tenga también vocación a la vida monástica.  Po el contrario, en tales casos se requiere un período prudencial de espera y prueba, que puede extenderse durante varios años.

Es importante comenzar bien en la vida monástica, abrirse con confianza a los que nos enseñan, abandonarse en fe al cuidado misericordioso de Dios.  Quien no nos abandonó cuando estábamos lejos de El, nos dará ciertamente el buen Espíritu que nos hace falta al tratar de seguir su voluntad.  Si Dios parece ocultarse de nosotros y si hay momentos en el monasterio en los cuales pensamos que vamos para atrás en lugar de progresar, debemos comprender que esto es parte de su plan para nosotros.  Es una prueba para nuestra fe.

Aún más importante es perseverar.  El monasterio no existe como una casa de retiro temporal, de la cual se puede regresar fácilmente al mundo y retomar a las cosas donde se paró.  La vocación monástica es para toda la vida, y aquel que entra en un monasterio no debe hacerlo simplemente para ver lo duro o lo fácil que es.  No importa lo duro o lo fácil de la vida monástica, sino la fidelidad con la cual uno la abraza como voluntad de Dios, y continúa obedeciendo cualquier indicación de esa santísima voluntad, hasta la muerte.  La verdadera belleza de la vocación monástica reside en la imitación permanente y palpable a la obediencia de la Virgen María al recibir ella la Palabra de Dios en cuerpo, alma y espíritu.  Esta misma Palabra empuja al monje a ir con Jesús a la soledad, para continuar allí, en provecho de todo su Pueblo, la búsqueda del rostro del Padre.  Como con Abraham, no se trata de una gira de pocas semanas, sino de toda una vida de fidelidad en busca de la tierra prometida por Dios mismo.

El que escucha la voz del Señor debe reconocer que está llamando a una aventura cuyo final no puede prever, porque está en manos de Dios.  Éste es el riesgo y el desafío de la vocación monástica: entregamos nuestras vidas en manos del Señor para no recuperarlas ya nunca más.  El amor filial y contraste a María, nuestra santísima Madre, dará a nuestra entrega una generosidad más espontánea y hará que todo nos conduzca más rápidamente a Jesús.  En cuanto a los resultados, las esperanzas, los temores, las necesidades y las satisfacciones que experimentaremos: ni  nos hacemos ilusiones, ni los evitamos.  Nuestra tarea es buscar primero el Reino de Dios en soledad, oración y servicio fraterno.  Lo demás se dará por añadidura.

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EL HORARIO MONÁSTICO

El “horario”, o distribución de la jornada monástica, es educativo y funcional, ordenado todo él a facilitar a los monjes y monjas una vida “práctica” encaminada a la oración continua, a la contemplación y al ejercicio continuo de la caridad con los que moran en la casa y los huéspedes.

Comienza la jornada cuando aún es de noche (en todos los monasterios españoles entre las 4 y las 5 de la mañana).  Con esto se significa la actitud de vigilancia y espera, y la intención de dedicar el tiempo tranquilo y exento de actividad laboral a la oración y a la contemplación de la Palabra de Dios.  Por eso el día comienza con el oficio litúrgico de “vigilias”, al que sigue un gran intervalo de oración y lectura meditativa de la Escritura u otros textos espirituales.

Sobre las 8 ó 9 de la mañana comienza el tiempo de trabajo, intelectual y “de manos” (como dice la Regla de san Benito, que es la que organiza la vida monasterial y comunitaria de los mojes y las mojas).  Unos monjes aplican a la tarea formativa, mediante el estudio y la lectura, bien para sí o para otros.  Hay quienes se entregan al trabajo que requiere la administración de la casa y sus recursos económicos.  Las pequeñas actividades “no productivas”, pero necesarias, ocupan a los monjes y monjas sin que éstos pierdan el espíritu de silencio y contemplación.  La hora de Tercia a media mañana recuerda al alma la cooperación del cuerpo en la tarea creadora de Dios.  Antes de la comida, siempre en común y signo de fraternidad, el oficio de sexta reúne de nuevo a la comunidad.  Tras la comida, y sus concomitancias domésticas, humildes y sencillas, se ofrece a todos un descanso reparador.

La hora de nona abre la tarde del monje con un empuje nuevo frente al trabajo, o la continuación del estudio y la lectura formativas, hasta que llegue la hora de Vísperas (entre las 6 y las 7 de la tarde), en que de nuevo toda la comunidad se reúne para la gran oración de la tarde, en alabanza junto con todos los hombres de buena voluntad que luchan y trabajan por la paz, la justicia y el perdón en el mundo.  Esta hora concluye con la solemne recitación de la oración que Jesús enseñó a sus discípulos.

Sigue un breve intervalo de silencio y oración antes de que la comunidad tome su cena, frugal y sencilla, para continuar con un tiempo nuevo de lectura meditada, de escucha mutua en la sala capitular (la sala de reuniones), en la que unas veces el Abad y otras alguno de los hermanos o hermanas, instruyen a los demás.  Es también la ocasión, en días señalados, de reuniones fraternas, en que los asuntos de la casa y de la vida ordinaria sales a recluir, buscando siempre “que todo se haga con paz en la casa de Dios”, como también dice la Regla.

 

La jornada toca a su fin con el oficio de Completas, hacia la 9 de tarde, en que se pide para todos, y para el mundo, la paz y el perdón de Dios, la reconciliación y el deseo de comenzar al día siguiente una vida nueva.  Esta hora acaba siempre en los monasterios cistercienses con el canto de la Salve Regina, invocación tradicional –desde los orígenes de Císter- a la Madre de Dios, Asunta a los cielos, Patrona de la Orden, y a la cual están dedicados todos los monasterios cistercienses.

Los monjes y las monjas de Císter, en sus actividades, en su tenor de vida y en el ambiente de sus monasterios, procuran seguir la Regla de san Benito, que al igual que ordena su jornada modela sus vidas y su espíritu hacia una vida frugal y pobre, de soledad y comunión, haciéndola también partícipe de las realidades humanas más humildes y dolorosas.

Aunque los monasterios cistercienses cultiven una vida de silencio y soledad, saben y quieren también compartir esta vida con todos aquellos que acudan al monasterio deseoso de buscar a Dios y encontrar el sentido transcendente de la vida humana.  Por eso, por medio de las hospederías y de la acogida, hacen partícipes a otros hombres y mujeres de sincero corazón de los dones que ellos han recibido gratuitamente al ser llamados a la vida cisterciense.

Y así, hasta el día de la venida del Señor Jesús, los monjes y las monjas perseveran en la paciencia y la humildad, gimiendo con toda la creación, para que en todos y en todo se manifieste la gloria del Señor.

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III.            Camino del Silencio

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“Un silencio sereno lo envolvía todo,  al mediar la noche su carrera, tu Palabra omnipotente, Señor, se lanzó como guerrero invencible desde el trono real del Cielo” (Sabiduría, 18, 14-15).

El silencio es el ministerio del mundo venidero.  El habla es el órgano del mundo presente.  Muchos buscan con avidez, pero encuentran únicamente aquellos que permanecen en silencio.  Todo hombre que se deleite en una multitud de palabras, aun cuando diga cosas admirables, está vacío por dentro.

<<El silencio te iluminará en Dios y te librará de las fantasías de la ignorancia.  Te unirá a Dios mismo y te dará un fruto que la lengua no puede describir.  Al principio tenemos que esforzarnos para estar en silencio.  Pero después, desde el seno de nuestro mismo silencio nace algo que nos atrae a un silencio aun más profundo.  Que Dios te dé una experiencia de este <<algo>> que nace del silencio.  Si lo practicas, amanecerá en ti una luz indescriptible>> (Isaac de Nínive).

Se dice que el templo de Salomón fue edificado con piedras extraídas y labradas bajo tierra, a fin de que ningún sonido de martillo y cincel quebrara el silencio sagrado en el cual se levantaban hacia el cielo las paredes de la casa del Señor.  El sentido espiritual de este silencio simbólico es el <<ministerio del mundo venidero>>.  Su realización en la vida de Jesús es muchas veces pasado por alto, y sin embargo, es muy significativo: el silencio de Belén y de Nazaret, la vida oculta de trabajo manual, el sufrimiento interior de la incomprensión, las largas noches de oración con su Padre, la callada experiencia del desierto que le prepara para el silencio redentor de su Pasión y Resurrección. Gracias al silencio de Cristo hace ya presente.  El monje busca entrar de su vida, no como voto de silencio absoluto, sino como discípulos de un nuevo amor que lo conduce al Corazón de Cristo, a su propio corazón y al de su hermano.

En estos últimos años, se ha escrito mucho sobre la trágica pérdida de silencio ocurrida en la vida del siglo veinte.  La vida humana necesita una base de silencio que dé significado a las palabras.  El simple fluir incesante de palabras, sonidos, imágenes y ruidos estrepitosos que atacan constantemente los sentidos del hombre de la ciudad, debe ser considerado como un problema serio.  N es solamente que el volumen del ruido descargaste el equilibrio nervioso del hombre y lo enferme, sino que la sobreproducción de palabras y conceptos de redescubrir el silencio religioso. El concilio Vaticano II nos lo recuerda al decir que se deben mantener momentos de silencio en el culto de la Iglesia.  Uno de los elementos más importantes en la liturgia es el escuchar la Palabra de Dios leída en la asamblea santa y luego participar en la respuesta colectiva.  Se requiere un mínimo de silencio interior para que este acto de escucha sea efectivo, lo que implica a su vez la habilidad de abandonar las propias preocupaciones y la congestión de los pensamientos habituales, para poder abrir libremente el corazón al mensaje de Jesús que nos habla en el texto sagrado.

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El silencio es importantísimo para la libertad espiritual.  Libertad frente a las fastidiosas demandas del mundo, de la carne y de la voz más oculta y siniestra de ese poder maléfico que nos hace cautivos de la codicia, la lujuria y la violencia.  A fin de ser libres de esas fuerzas, tenemos que aprender cómo desistir de nuestro diálogo con ellas.  Se trata más de una actitud que se una mera ausencia de palabras.

Pablo el Diácono, al comentar la Regla de San Benito en el siglo IX, decía: <<El silencio nace de la humildad y del temor de Dios… La humildad perfeccionada al hombre en la serenidad del cuerpo, y la serenidad lo perfecciona en la práctica del silencio>>.  Aquí  se refiere a la serenidad como a una profunda actitud interior de gravedad y reflexión, una tranquilidad de ánimo que brota del autodominio, una sensibilidad espiritual que, al juntarse con las otras cualidades del silencio, libera al hombre de la necesidad de responder en seguida a cada llamada apasionada que puede sobrevenir desde dentro o fuera suyo.  Este silencio es una <<seriedad>> de todo el ser, una actitud de desapego y de amistad, no una simple negación.  EL verdadero silencio monástico es un comportamiento farisaico que atrae la atención sobre sí mismo, al decir: <<No soy como tú>>. Necesidad tiránica de hacer valer propios derechos, llamar la atención, reclamar satisfactoriamente, dar una buena impresión y <<ser alguien>>.   El verdadero silencio es una especie de sencillez y transparencia, reveladora de un hombre que es igual a cualquier otro, pero vive en un nivel diferente y más profundo, porque es capaz de prestar atención a otras voces.

Por consiguiente, es fácil ver la importancia del silencio en el ascetismo monástico tanto en las horas de mayor soledad como en los diálogos personales o comunitarios.  Ambas circunstancias reclaman al monje el doble fruto de su silencio: la escuela acogedora y la liberación interior.  Si quiere <<hacerse extraño a la conducta del mundo>>, como dice san Benito, entonces el silencio es una de las principales prácticas liberadoras de la que tiene que valerse.  Es una característica del mundo hacer que sus ciudadanos busquen tener éxito, causar buena  impresión, ser famosos.  Pero las cosas que el monje busca no pertenecen al mundo de la fama, y él no se vende de esa forma.  Para él, más vale ser desconocido que famoso. Esto le da libertad para pasar por alto todo lo que sea irrelevante a la vocación que ha recibido: compartir el anonadamiento de Cristo, para poder compartir su resurrección.

El monje que no goza de auténtico silencio interior, todavía está dividido por dudas y vacilaciones al experimentar un vacío de este género.  No  puede estar seguro de que no pierde nada al no prestar atención a lo que otros dicen, piensan y hacen.  El hermano auténticamente silencioso, en cambio, no es indiferente hacia los demás, lo que sería una forma de enfermedad, pero no se preocupa por verse excluido de ciertas cosas.  Tampoco desdeña los problemas sociales o políticos, pero sabe que si hay novedades en el mundo que él debe conocer, Dios y sus superiores asegurarán que las conozca.

Dado que el monje cisterciense se encuentra realmente libre de la tierra y la obligación de predicar a los demás y de ayudarlos directamente a afrontar sus dificultades, tiene esta enorme obligación de liberarse de sí mismo interiormente y escuchar la voz del Señor.  Esta no es simplemente un lujo contemplativo que la Iglesia <<tolera>> de mala gana; es una obligación y una misión que ella le da.  Su función es semejante a la del vigía en la torre que escucha en la noche desierta noticias provenientes de otro país.  Tiene que estar profundamente atento a cualquier mensaje que venga de Dios, de quien espera aprender cómo ser transformado en un hombre nuevo y cómo comunicar esta gracia secreta y poderosa al resto del pueblo.

Así se explica el testimonio a favor del silencio contemplativo de parte de centenares de sacerdotes y laicos comprometidos en obras más directamente pastorales.  Es Significativo que uno de los hombres más santos y ardorosos en el movimiento de sacerdotes obreros en Francia atestiguara su valor.  El padre Henri Perrin, jesuita, escribió durante un retiro prolongado: <<En estos meses he visto cada vez con mayor certeza que puedo hacer más por nuestros jóvenes cristianos dentro del silencio de mi celda que en los fines de semana que acostumbraba dedicar a los grupos de Acción Católica>>.

La finalidad principal del silencio monástico es preservar, como estilo permanente de vida, esta atención a otro mundo, este recuerdo de Dios que es mucho más que una simple memoria.  Es una conciencia total de la presencia divina que es imposible sin el silencio, el recogimiento y un cierto apartamento, dentro de un ambiente general de verdadero amor.  Frente a la inmensidad de esta Presencia, el monje adoptará espontáneamente una actitud de quietud enamorada, que poco a poco toma posesión de toda su existencia convirtiéndola en oración.  Los intercambios fraternales tienen que respetar y favorecer esta forma de oración continua.  Incluso, en algunos monasterios antiguos, los días de mayor silencio eran las fiestas y los días especiales, como cuando el monje emitía sus votos, o los días entre la muerte y el entierro de un hermano, en los cuales todos se adentraban más profundamente en el secreto amor de Cristo, en las realidades últimas y el mundo venidero.

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La verdad es que el hombre moderno, a pesar de un cierto entusiasmo por métodos de meditación, no está tan a gusto en un silencio como éste.  Muchos se sienten al comienzo replegados sobre sí mismos, desconcertados, artificiales al tener que vitar ruidos y callarse.  Esto puede ser una dificultad para algunas vacaciones monásticas, y uno de los frutos de una buena formación en la vida cisterciense es saber compaginar el silencio con una comunicación fraterna sana y necesaria.  Así, el que puede realmente vivir en silencio estará tranquilo y en paz en medio de otros hombres silenciosos.  Amará simple y espontáneamente los momentos de mayo convivencia, como también los momentos cuando puede estar más a solas con Dios, caminando, leyendo, rezando o meditando.  Aprenderá a  descansar en Dios, vivir en silencio con Jesús y con María, quien ella misma guardaba calladamente la presencia oculta de su hijo, meditando todo en su corazón.  El ejemplo de la virgen enseñará al monje cómo el silencio es ya una verdadera comunicación, y el hablar y el callarse son dos expresiones mutuamente necesarias de la amistad, que deben abrirlo a la fuente de toda amistad humana en la Persona de Jesús.

En última instancia, el silencio del Císter no es tanto una práctica, sino una gracia, un don de Dios.  Aquellos que desean este gran don, tal vez tendrán que reconocer su incapacidad natural para lograrlo por si propio esfuerzo.  Deberán pedirlo humildemente en oración.  También tendrán que aprender a ser dignos de este regalo sufriendo pruebas en silencio por largo tiempo.  Po el sufrimiento silencioso en imitación de María, se llega a conocer el profundo gozo interior que únicamente el silencio hace accesible para el corazón que busca a Dios.

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Codex Las Huelgas


Codex Las Huelgas

 De Wikipedia, la enciclopedia libre

Codex de Las Huelgas.

El Codex Musical de Las Huelgas (Burgos, Monasterio de Las Huelgas, Codex IX) o simplemente el Codex Las Huelgas (Hu) es un manuscrito medieval copiado a comienzos del siglo XIV en el monasterio cisterciense de monjas de clausura de Santa María la Real de Las Huelgas, cerca de Burgos. Contiene obras musicales pertenecientes a un periodo de la música medieval conocido como Ars antiqua. Es el único manuscrito polifónico de la Edad Media que todavía se conserva en el lugar de origen y pertenece a la misma orden donde fue copiado hace más de siete siglos.

El manuscrito

El códice seguramente fue mandado copiar por la abadesa del Monasterio de Las Huelgas, María González de Agüero. Como fue abadesa desde el 1319 al 1333, podemos deducir que fue durante esos años cuando se copió el manuscrito, seguramente hacia el año 1325. Posiblemente recoge todo el repertorio interpretado por las religiosas del monasterio desde su fundación, recogido ahora en en único manuscrito para evitar su dispersión. La copia del manuscrito fue encargada al copista Johannes Roderici (Juan Rodríguez en castellano), quién es además el autor de algunas de las obras. Johannes Roderici también retocó algunos de los tenores originales de los motetes y transcribió las obras en notación mensural, lo cuál ha facilitado la transcripción del códice a la notación moderna y ha ayudado en la transcripción de otros manuscritos en notación cuadrada.

El manuscrito fue descubierto en 1904 por los monjes benedictinos del Monasterio de Santo Domingo de Silos, Casiano Rojo y Luciano Serrano, cuando buscaban códices gregorianos. Sin embargo, fue dado a conocer por el musicólogo catalán Higinio Anglès en su trabajo El Còdex Musical de as Huelgas. Música a veus dels segles XIII-XIV, publicado en 1931, dónde incluye un facsímil del manuscrito. El descubrimiento puso de manifiesto la práctica de la composición y ejecución de la música polifónica en la península ibérica durante la Edad Media, cuestión que había estado en entredicho hasta entonces. También permitió reconsiderar como hispánicos otros manuscritos de los que no se tenía la certeza de su origen, como el Codex de Madrid. Posteriormente, en 1982, el musicólogo Gordon Athol Anderson realizó una nueva y controvertida transcripción del repertorio en su libroThe Huelgas Manuscript, Burgos, Monasterio de Las Huelgas.

El códice consta de 170 folios y se compone de 19 cuadernillos. El tamaño es 260 x 180mm. La parte escrita varía desde los 153 x 132 mm. hasta 235 x 130 mm. Fruto de la última restauración del manuscrito, el musicólogo Ismael Fernández de la Cuesta, reordenó los cuadernillos del códice, situándolos en el orden correcto, por lo que el orden de las piezas actual difiere de la antigua distribución de Anglès. Así en los cuatro primeros cuadernillos contienen los organa, los diez siguientes los motetes y prosas y los últimos cuatro los conductus.

Las obras

Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas. Las Claustrillas.

Contiene 186 piezas musicales compuestas originalmente desde el siglo XII hasta comienzos del siglo XIV. De ellas 7 carecen de música, por lo que en realidad tenemos solo 179 obras musicadas. Las formas musicales representadas abarcan casi todas las correspondientes al Ars Antiqua: moteteconductusórganum y secuencia. Aproximadamente 145 de las piezas son polifónicas.

Podemos clasificar las 186 obras de la siguiente manera (clasificación de Anglès y Roberto Pla):

  • 1 tropo para el Gloria. Sin música.
  • Graduales. Sin música.
  • 3 versos aleluyáticos. Sin música.
  • 32 conductus. De los cuáles tenemos:
    • 2 a tres voces. Todos provienen de Notre-Dame
    • 15 a dos voces. De los cuáles:
      • 9 provienen de Notre-Dame
      • 6 solo se dan en el Codex Las Huelgas. Entre ellos tenemos:
        • Casta Catholica. Es un doble-conductus
        • De Castitati thalamo
        • Ave Maria.
    • 15 a una voz. De los cuáles:
      • 7 provienen de Notre-Dame
      • 1 también se encuentra en el Codex Montpellier
      • 1 es de Tortosa
      • 6 solo se dan en el Codex Las Huelgas. De ellos tenemos:
        • planctus. Éstos son cantos funerarios dedicados a personajes importantes. Son los siguientes:
          • Rex obit (Para Alfonso VIII de Castilla. † 1214)
          • Plange, Castella misera (Para Sancho III de Castilla. † 1158)
          • Quis dabit capiti meo (El destinatario permanece desconocido)
          • O monialis concio burgensis (Para la abadesa de las Huelgas María González de Agüero (María Gundisalvis). † 1335)
        • antífonas oracionales. Son las siguientes
          • Omnium in te
          • Ihesu clementissime
  • 31 secuencias o prosas. Podemos clasificarlas de la siguiente manera:
    • 2 son anteriores a Adam de St. Victor. Una es debida a un maestro alemán y la otra a uno francés.
    • 6 se encuentran también en otros manuscritos europeos anteriores o contemporáneos a Las Huelgas.
    • 6 se encuentran también en otros manuscritos sólo peninsulares.
    • 10 se encuentran también en otros manuscritos, pero el Codex Las Huelgas es el más antiguo que las incluye.
    • 7 se incluyen solo en Las Huelgas, entre las que podemos citar:
      • Novis cedunt vetera
      • Flavit auster
  • 54 partes de la misa. De ellas:
    • Kyries. Dos son exclusivos del Codex Las Huelgas. Carecen de tropo.
    • Ofertorio
    • Sanctus. Uno carece de tropo. De los siete restantes, sólo dos a dos voces, aparecen en exclusiva en éste códice.
    • Agnus Dei. Todos con tropo. Cinco son exclusivos del Codex Las Huelgas.
    • 31 Benedicamus Domino. De ellos:
      • 9 aparecen sin tropo.
      • 1 se presenta solo como tropo del Benedicamus, sin el Benedicamus previo.
      • 3 son ilegibles en el manuscrito.
      • De los 18 restantes:
        • 8 se encuentran en otros troparios europeos.
        • 10 se encuentran solo en el Codex Las Huelgas. De ellos:
          • 1 a una voz. Compuesto por Johannes Roderici.
          • 8 a dos voces. Dos de ellos compuestos por Johannes Roderici.
          • 1 a tres voces
  • 59 motetes, que podemos clasificar de la siguiente forma:
    • 11 provienen de melismas polifónicos del repertorio de Notre-Dame
    • 15 se conocen por otros manuscritos de la Escuela de Notre Dame, pero en el Codex Las Huelgas se presentan de una forma más primitiva.
    • 5 se encuentran también en el Codex Montpellier.
    • 7 son de una época posterior y también se conocen por otros manuscritos.
    • 21 solo se encuentran en el Codex Las Huelgas.
  • Credo. Añadido posteriormente al manuscrito. Es el primer Credo polifónico (3 voces) del que se tiene noticia.
  • Solfeo a 2 voces. Añadido posteriormente al manuscrito. Constituye la primera lección de solfeo conocida.

Por el número de voces, 86 piezas son a dos voces, 49 a tres voces, 1 a cuatro voces. El resto son monódicas, grupo éste al que pertenecen la mayor parte de las secuencias, los conductus y los Benedicamus.

La música la encontramos tanto en partitura como en partes separadas. La notación, de tipo franconiana, no es unitaria y presenta algunas anomalías como la distribución de las voces y ligaduras en la voz de tenor de los motetes.

Listado completo de obras

A continuación se detallan las obras del manuscrito (se sigue la numeración de Anglès). Los códigos de la columna de «Concordancias» con otros manuscritos y fragmentos se especifican más abajo. Los de la columna de «Grabaciones» se especifican en la sección de «Discografía».


Anglès

Folio

Obra

Voces

Forma musical

Concordanc.

Grabaciones

Comentarios

1 1 Rex virginum amator Deus… eleyson
(Cunctipotens genitor)
2 organum CAL DIS, SAR, LOZ, COD Kyrie
2 1v Conditor Kyrie omnium ymas… eleyson 2 organum Kyrie
3 2v Kyrie fons bonitatis 2 organum SIX, BES Kyrie
4 3v Kyrie eleyson 2 organum LIG Kyrie
5 4 Kyrie eleyson 2 organum Kyrie
6 4 Et in terra… Spiritus et alme orphanorum Paraclite 3 Gloria tropado MAB, BUR, BAR SIX, LOZ, LIG Gloria in excelsis Deo
7 5v Benedicta et venerabilis… Virgo Dei Genitrix 2 organum DIS Tenor del gradual del común de las fiestas de la Virgen
8 6v Alleluia. Salve virgo mater Dei 2 organum VOC, LIG Aleluya
9 7 Alleluia. Quae est ista tam formosa 2 organum VOC Aleluya
10 7v Alleluia. Angelus Domini descendit de celo
[Ave, gloriosa, plena gracie/Angelus Domini]
2 organum Aleluya
11 8 (Sin texto) 1 Benedicamus Domino tropado [Benedicamus, sane per omnia]
12 8v Recordare virgo mater… Ab hac familia tu propitia 2 organum ORF Ofertorio de algunas piezas de la Virgen
13 9v Sanctus, sanctus, sanctus 2 organum Sanctus
14 11 Cleri cetus psallat letus
(Tenor: Hosanna)
2 organum ATR, UNI Sanctus – Hosanna tropado
15 12 Te laudant agmina iugiter celica
(Tenor: Hosanna)
2 organum ORF Sanctus – Hosanna tropado
16 13v Clangat cetus iste letus
(Tenor: Hosanna)
2 motete ORF, TOR Sanctus – Hosanna tropado
17 15 Clangat hodie vox nostra melodum symphonia
(Tenor: Hosanna)
2 organum Sanctus – Hosanna tropado
18 16v Sanctus divinum mysterium semper declaratur 2 organum DIS, HUE Sanctus tropado
19 17 Ave verum corpus natum de Maria virgine
(Tenor: Sanctus)
2 organum LIG Sanctus – Hosanna tropado
20 18 O Jesu salvator dulcis consolator
(Tenor: Agnus)
3 organum DIS, EVF Agnus Dei tropado
21 18 Agnus Dei. Summa Patris virtus celorum factor 2 organum Agnus Dei tropado
22 19 Gloriosa spes reorum Virgo morem instrue
(Tenor: Agnus)
2 organum Agnus Dei tropado
23 19v Crimina tollis aspera mollis
(Tenor: Agnus)
2 organum RIP, ORF LOZ
24 19v Regula mors mater honoris
(Tenor: Agnus)
3 organum NLC, COD Agnus Dei tropado
25 20 Mortis dira ferens ut nostra pianda piares
(Tenor: Agnus)
2 motete Agnus Dei tropado
26 20v Christi pacientia mortem morte propria
(Tenor: Agnus)
3 organum EVF Agnus Dei tropado
27 20v Christi miseratio sanguine nos proprio
(Tenor: Agnus)
3 organum ATR, UNI Agnus Dei tropado
28 21 Exultet hec concio magno cum tripudio
(Tenor: Agnus)
3 organum HUE Agnus Dei tropado
29 21 Benedicamus Domino cum cantico cum iubilo 3 organum SEQ, MUA, POL Benedicamus Domino tropado
30 21v Benedicamus Domino 2 organum Benedicamus Domino
31 22 Catholicorum concio summi cum gaudio
(Tenor: Benedicamus)
2 organum ATR, SEQ, DIS, TRE, SAR, VOC, FLE*, CLE* Benedicamus Domino tropado
32 22v Benedicamus Domino 2 organum Benedicamus Domino
33 22v Benedicamus devotis mentibus 2 organum CAL Benedicamus Domino tropado
34 23 Qui nos fecit ex nichilo Patri eius
(Tenor: Benedicamus)
2 organum SEQ Benedicamus Domino tropado
35 23v Exultemus et letemur hodie resurrexit rex
(Tenor: Benedicamus)
2 organum ATR Benedicamus Domino tropado
36 24 Benedicamus. His est enim precursor et magnus Iohannes
(Tenor: Benedicamus)
2 organum SEQ Benedicamus Domino tropado
37 24v Benedicamus Domino 2 organum Benedicamus Domino.
Falta el tenor
38 25 Verbum Patris hodie processit ex virgine
(Tenor: Benedicamus)
2 organum SEQ, ALB Benedicamus Domino tropado
39 25v Benedicamus. Benigno voto qui cuncto preside mundo 2 organum CAL FLE Benedicamus Domino
40 25v Benedicamus Domino 3 organum HUE Benedicamus Domino
41 26v Verbum Patris hodie processit ex virgine
(Tenor: Benedicamus)
2 organum WAV Benedicamus Domino tropado
42 27 Haec est mater Domini sanctissima
(Tenor: Benedicamus)
2 conductus TRE, EVF, DIF Benedicamus Domino tropado
43 28 Resurgentis Domini Pascha celebratur
(Tenor: Benedicamus)
3 organum ATR, SEQ, DIS, EVF, UNI Benedicamus Domino tropado
44 29v Benedicamus Domino 2 organum Benedicamus Domino
45 30 Benedicamus Domino 2 organum Benedicamus Domino
46 30 Omnes de Saba. Surge et 2 organum VOC Gradual de la fiesta de Epifanía
47 31 Propter veritatem. Audi filia 3 organum DIF Gradual
48 12 Celeste preconium sonet vox fidelium
(Tenor: Hosanna)
2 organum LOZ Sanctus – Hosanna tropado
49 32v Benedicamus Domino 2 organum Benedicamus Domino tropado
50 33 Promereris summe laudis tu que Deum ventre claudis 2 prosa ORF, TOR
51 33v In virgulto gratie arbor pudicitie 2 prosa CLE, FRA
52 34v Maria virgo virginum ora pro nobis Dominum 2 prosa SEQ, DIS, LOZ, UNI, FLE, OBS
53 35v Salve sancta Christi parens 2 prosa LOZ, BES, LIG
54 36v Verbum bonum et suave personemus illud ave 2 prosa NLC, MIC, COD
55 38v Aeterni numinis mater et filia 1 prosa ORF BIN, BES
56 40 Nobis cedunt vetera, cellant terre viscera 1 prosa ATR, VOC
57 41v Virgo sidus aureum sidus et decorum 1 prosa SEQ, LOZ, UNI, DIF
58 45 Flavit auster flatu leni ventris aulam Deo pleni 1 prosa ATR, HUE, MOR, VOC, UNI, FIG
59 46v Eya mater fidelium
Ave regina gloriae splendor celestis curiae
1 prosa HUE, EWI
60 48 Angelorum laude digna virgo clemens et benigna 2 prosa BIN
61 51 Stabat iuxta Christi crucem stabat videns 1 prosa SEQ, DIS, REN, EST, ROS
62 52v In sapientia disponens omnia eterna deitas 1 prosa BCE, MBN, LER DIS, REN, FLO
63 54v Victimae paschali laudes 2 prosa CAM, DIS, SIX, SAR
64 56 Personnarum Trinitatem et nature unitatem 1 prosa BUR
65 57v Cetus apostolici festa recolentes 1 prosa VOC
66 58v Caeli solem imitantem in occasu triunphantes 1 prosa BCE, TOL, TOR, URG
67 60 Iucundare plebs fidelis, cuius pater est in celis 1 prosa BCE, TOR BES, NBE
68 61 Ex agone sanguinis. Arcem scandit culminis 2 prosa HUE*
69 63 Elizabeth Zachariae magnum virum in hac die 1 prosa BCE, TOR
70 65 Confessorum agonia modulata symphonia 1 prosa FLE
71 65v Rex eterne maiestatis cuius sceptrum potestatis 1 prosa
72 67 Virgines egregie Virgines sacrate 1 prosa TOR, BCE FLE
73 68 Ad honorem salvatoris intus corde voce foris 1 prosa ALC
74 70 Ad celsi connubia regis virgo regia 1 prosa
75 71v De Christi corpore tanta sollemnia 1 prosa
76 73v Gaude virgo plena Deo de qua natus fortis leo 1 prosa FLE
77 75 Dolens auctor omnium mundi de peccatis 1 prosa
71v De christi corpore tanta sollemnia 1 prosa
78 76 Laudes aeterni luminis celestis armonia. Laudes Hincmari 1 prosa TAR
79 78 Intra viridarium virginale lilium 2 prosa
80 80 Salve regina glorie mater stella maris 2 prosa SEQ, DIS, SAR, LOZ, FLE, NYE, CLE
81 82 Belial vocatur diffusa calliditas 4 motete NLC, HUE, CEL, MOR, VOC, UNI, DIF
82 83 Dum superbit impius et pauper incenditur 3 motete
(conductus-motete)
83 84v Alta bovi et leoni aquile volanti 3 motete
(conductus-motete)
MAD NLC, TRE, COD, BES, FLE, LIG
84 85 Sicut a prophetis spiritu repletis
(Tenor: Propter)
3 motete
(conductus-motete)
ZOR
85 87 Gaude chorus ommium fidelium rosa fragrans
(Tenor: Angelus)
3 motete
(conductus-motete)
86 88 Veni vena venie vite via
(Tenor: Et in fines)
3 motete
(conductus-motete)
MAD
87 89 Mundi dolens de iactura patris miseratio 3 motete
(conductus-motete)
SEQ, DIS, SAR
88 90 Mulier misterio sterilis mire fit
(Tenor: Mulierum)
2 motete
89 90v Agmina militie celestis
(Tenor: Agmina)
3 motete
(conductus-motete)
La melodía proviene de la canción provenzal «L’autrier cuidai aver druda»
90 92 Non orphanum te deseram sed efferam 2 motete
91 93 Surrexit de tumulo fulgens plus quam stella 2 conductus NLC, VOC, FLE
92 94 Splendidus regis thronus solaris
Leo bos et aquila regalis
3 motete doble BES
93 94v O quam sancta quam benigna
(Tenor: El gaudebit)
2 motete
94 95 Honor triumphantis ecclesie 3 motete
(conductus-motete)
95 95v Patrum sub imperio status stat ecclesiae
(Tenor: Pro patribus)
3 motete
(conductus-motete)
UNI
96 96 In omni fratre tuo non habeas fiduciam
(Tenor: In seculum)
2 motete
97 97 Crucifigat omnes Domini crux altera 2 conductus HUE, BES, IOC
98 98 Ad celi sublimia et promissa gaudia
(Tenor: Et regnabit)
2 motete MAD
99 98v Ave caro splendida plus quam solis radius 3 motete
(conductus-motete)
100 99v Virgo parit puerum integro pudore
Nova salus hominis nata nobis hodie
(Tenor: Benedicamus)
3 motete doble ATR
101 100v Ave (Salve) virgo regia Mater clementie
Ave gloriosa mater salvatoris
(Tenor: Domino)
3 motete doble DIS, CLE
102 101v Novus miles sequitur viam novi regis 2 conductus MAD MIC, RIT, CHI
103 102 O Maria virgo regia tu stella clara rutilans
Organica cantica nostra psallat cantica
3 motete doble TRE, FLE, LIG
104 102v O Maria virgo davidica
O Maria maris stella
(Tenor: Et veritate)
3 motete HUE, TRE, MOR Triplum variable
105 103v Parit preter morem creata creatorem 2 conductus MAD FLE
106 105 Benedicite. Dominus. Gustate et videte
Benedicite. Dominus. Edent pauperes
(Tenor: Aptatur)
3 motete doble
107 105v Res nova mirabilis Virgo semper
Virgo decus castitatis virgo regia
3 motete doble
108 106v Salve virgo virginum, salve lumen luminum
O dulcissima virgo mater Domini
(Tenor: Aptatur)
3 motete doble TRE, DIF
109 107v Et florebit lilium flos Libani
(Tenor: Et florebit)
2 motete Falta el tenor
110 108 Idola dum subdola mons sequitur 2 motete Falta el tenor
111 109 Tres sunt causa conferendi bonum in ecclesia 2 motete
112 109v Virgo virginum salus hominum 2 motete CEL
113 110 Mulierum hodie maior natus oritur
(Tenor: Mulierum)
2 motete
114 110v Mulieris marcens venter dum virescit 2 motete
115 111 Divinarum scripturarum latens tegmine
(Tenor: Filia)
2 motete MAD
116 111 Omnipotens fecit grandia mirabilia 2 motete MAD UNI
117 111v Tu claviger eteris magister ceteris 2 motete El tenor está borrado
118 112 Laus tibi salus hominum
Laus tibi virgo virginum
(Tenor: Et vide)
3 motete doble
119 112v In seculum artifex seculi
In seculum supra mulieres
(Tenor: In seculum)
3 motete doble DIS, ANI
120 113 Gaude (salve) virgo nobilis Maria
Verbum caro factum est
(Tenor: Et veritate)
3 motete doble DIS
121 113v Ave regina celorum ave domina
Alma redemptoris mater que pervia
(Tenor: Alma)
3 motete doble Autor: Hermannus Contractus
122 114 O Maria decus angelorum sublevatrix
De virgula vero inicio irrigua
(Tenor: Et confitebor)
3 motete doble
123 114v Psallat chorus in novo carmine organico
Eximie pater egregie rector pie
(Tenor: Aptatur)
3 motete doble SEQ, SAR, COD, LIG
124 115 Celi domina quam sanctorum agmina
Ave virgo virginum ave lumen luminum
(Tenor: Et super)
3 motete doble
125 115 Ave lux luminum, ave splendor
Salve virgo rubens rosa sola Christi
3 motete doble
126 116 Claustrum pudicitie Virginis triclinium
Virgo viget melius dum peperit
(Tenor: Flos filius)
3 motete doble CJO, FLE
127 116v Amor vincens omnia potentia
Marie preconio devocio
(Tenor: Aptatur)
3 motete doble ORF
128 117v Ex semine Abrae divino moderamine
Ex semine rosa prodit spine
(Tenor: Ex semine)
3 motete doble
129 118v O Plangant nostri prelati rebus suis viduati
(Tenor: Omnes)
2 motete SEQ, MAU
130 119 Salve porta regni glorie lux gratie
Salve salus gentium, Maria, fidelium
(Tenor: Salve Sancta Parens)
3 motete doble DIS, CEL, UNI, CJO, FLE, OBS Introito del común de la Virgen
131 119 Deo confitemini qui sua clementia
(Tenor: Domino)
2 motete MAD
132 119 Ex illustri nata prosapia… sponsa Christi
Ex illustri nata prosapia… et nobilis
3 motete doble ATR, NLC, SEQ, HUE, MOR, VOC, COD, FLE, ZOR, MAU
133 129v Iam nubes dissolvitur
Iam novum sidus oritur
(Tenor: Solem)
3 motete doble DIS, TRE, ANI
134 121v Casta catholica cantent connubia.
Da dulcis domina dulcoris dulcia
2 conductus doble ATR, SEQ, HUE, MOR, VOC, FRA
135 122v Ave verum corpus natum de Maria Virgine
Ave vera caro Christi
3 motete
136 123v Ave caro splendida plus quam solis radius
Salve salus redemptorium tuo Christe sanguine
3 motete doble
137 124v O Maria Maris stella plena gratie
O Maria Dei cella splendor glorie
(Tenor: Veritatem)
3 motete doble HUE, LOZ, AMA, EUN
138 124v Ave caro splendida plus quam solis radius
Ave verum corpus natum
3 motete doble
139 125v O plena gratie dum beneficia
(Tenor: Omnes)
2 motete SEQ
140 126 In veritate comperi quod sceleri
(Tenor: Veritatem)
2 motete CJO
141 127v Clama ne cesses Syon filia
(Tenor: Alleluia)
2 motete
142 127v Homo miserabilis tu numquam stabilis
(Tenor: Brumas est mors)
2 motete HUE
143 128 Ecclesie princeps et domine
(Tenor: Et confitebor)
2 motete
144 129 Benedicamus Domino 3 organum Benedicamus Domino
145 131 De castitatis thalamo ventrem virginalem 2 conductus DAN, ATR, MOR, LOZ, UNI, FLE, NYE, ALB
146 132 Quod promisit ab eterno die solvit hodierno 2 conductus MAD
147 134 Flos de spina procreatur et flos flore fecundatur 2 conductus MAD TRE
148 137 Columbe simplicitas fel horret molitie 2 conductus BES
149 138 Soli nitorem equori pugillum adde laticis 2 conductus
150 139v Parens patris natique filia virgo mater 2 conductus AUR
151 140v O gloriosa Dei genitrix virgo semper Maria 2 conductus SEQ, TRE, MOR, VOC, DIF, FOR
152 143 Dum sigillum summi Patris signatum divinitus 2 conductus BIN
153 145 Ave maris stella virgo decus virginum 3 conductus MAD DIS, TRE, FOR, TAP
154 147 Mater patris et filia mulierum letitia 3 conductus MAD SEQ, AN4
155 150v Ergo agnus veri Dei magne magnus dator spei 2 conductus MAD
156 151v Ave Maria gratia plena Dominus tecum 2 conductus MAD ATR, SEQ, VOC, CJO, AN4
157 166 Mellis stilla, maris stella rosa primula 3 motete
(conductus-motete)
158 167 Si vocatus ad nuptias advenias 1 conductus
159 167 Omnium in te Christe credentium terge sordes 1 conductus ATR
160 167 In hoc ortus occidente sol emergens de torrente 1 conductus
161 167v Audi pontus audi tellus audi maris 1 conductus SEQ, DIS, CEL, SAR, FLE, REN
162 157 Bonum est confidere in dominorum domino 1 conductus MAU
163 157v Ve mundo a scandalis ve nobis ut acephalis 1 conductus
164 158 Veni redemptor gentium, creator spiritus. (Sanctus) 1 conductus TOR DIS, FLE
165 158 Fontis in rivulum sapor ut defluit 1 conductus DOR, ALC
166 158v Homo natus ad laborem tui status 1 conductus
167 161 Iesu clementissime qui in diluvio Noe reservasti 1 conductus ATR
168 161v Ergo vide ne dormias set vigilans 1 conductus
169 161 Rex obiit et labitur Castelle gloria 1 conductus ATR, SFM, NLC, SEQ, THE, VOC, WIT, PAN, CAT Planctus por la muerte del rey Alfonso VIII de Castilla († 1214)
170 159 Quis dabit capiti meo aquam et occulis meis 1 conductus ATR, SFM, NLC, SEQ, THE, MOR, VOC, WIT, CAT Planctus. El destinatario es desconocido
171 159v O monialis concio Burgensis plange filiam 1 conductus ATR, SFM, NLC, SEQ, TRE, THE, VOC, WIT, CAT Planctus por la muerte de la abadesa del Monasterio de Las Huelgas, María González de Agüero († 1335)
172 160 Plange Castella misera plange pro rege Sancio 1 conductus ATR, SFM, NLC, SEQ, EWI, THE, VOC, UNI, WIT, ALT, CAT Planctus por la muerte del rey Sancho III († 1158)
173 160v Benedicamus sane per omnia non est res 1 Benedicamus Domino tropado ATR Autor: Johannes Roderici
174 162 In hoc festo gratissimo corde letemur intimo 2 Benedicamus Domino tropado SEQ Autor: Johannes Roderici
175 165 Benedicamus sane per omnia non est res 1 Benedicamus Domino tropado
176 165, 153-154 [Credo in unum Deum] Patrem omnipotentem 3 Credo BNA SIX
177 154v Fa fa mi fa mi re mi
Ut re mi ut re mi
2 Pieza de solfeo NLC, SEQ, DIS, TRE, VOC
178 155 Benedicamus. O quam sanctum 1 Benedicamus Domino tropado Autor: Johannes Roderici
179 155v Iste est Iohannes 1 Benedicamus Domino tropado
180 156 O speculum monachorum 1 Benedicamus Domino tropado
181 156v Benedicamus. O quam pretiosum lignum 1 Benedicamus Domino tropado Ilegible
182 163 Iste est Iohannes 1 Benedicamus Domino tropado
183 163v Benedicamus Virgini matri 2 organum ATR, SEQ, CEL, SAR, VOC Benedicamus Domino tropado
Autor: Johannes Roderici
184 163v Benedicamus. O quam pretiosum lignum
Aeterni numinis mater et filia. De Christi corpore tanta sollemnia
1 Benedicamus Domino tropado
185 164v Perhibentur cunctis rerum 1 Benedicamus Domino tropado
186 168 Benedicamus. Hic est enim precursor 1 Benedicamus Domino tropado LIG

(*) Versión instrumental

Concordancias con otros manuscritos y fragmentos:

  • RIP – Barcelona, Archivo de la Corona de Aragón, Ripoll 139 (Fragmento procedente del Monasterio de Ripoll)
  • BAR – Barcelona, Biblioteca Central, M. 853
  • BCE – Barcelona, Biblioteca Central, M. 911
  • ORF – Barcelona, Biblioteca del Orfeó Catalá, Ms. 1
  • BUR – Burgos, Archivo de la Catedral, Ms. 61. Fragmento 2
  • LER – Lérida, Archivo de la Catedral, Ms. 8
  • MBN – Madrid, Biblioteca Nacional, Mss. 19421
  • MAB – Madrid, Biblioteca Nacional, Mss. 20324
  • MAD – Madrid, Biblioteca Nacional, Mss. 20486 (Codex de Madrid)
  • BNA – Madrid, Biblioteca Nacional, Mss. V 21-8
  • CAL – Santiago de Compostela, Archivo de la Catedral (Codex Calixtinus)
  • URG – Seo de Urgel, Iglesia de la Piedad. «Missale mixtum». «Prosarium»
  • TAR – Tarragona, Archivo diocesano, cód. 39
  • TOL – Toledo, Biblioteca Capitular, Ms. 35.10
  • TAC – Tortosa, Archivo de la Catedral, Ms. 133
  • TOR – Tortosa, Archivo de la Catedral, Ms. 135

Las obras compuestas con seguridad por Johannes Roderici, que llevan la inscripción «Johannes Roderici me fecit» son las siguientes cuatro:

173. Benedicamus, sane per omnia

174. In hoc festo gratissimo

178. Benedicamus, o quam sanctum

183. Benedicamus virgini matri

Hay otras tres que, aunque son anónimas, podrían también deberse a J. Roderici:

179. Iste est Iohannes

181. Benedicamus, o quam preciosum

182. Iste est Iohannes

Discografía

La siguiente discografía se ha ordenado por año de grabación, pero la referencia es la de la edición más reciente en CD. No se incluyen las recopilaciones, sólo los discos originales.

  • 1954 – [DAN] Masterpieces of Music before 1750, vol. 1. An Anthology of Musical Examples from Gregorian Chant to J.S. Bach. Women’s Voice of the University of Copenhagen. Niels Møller. Haydn Society recording HSCD 9038.
  • 1970 – [ATR] El Códice de las Huelgas (S.XII-XIV). Coro de monjas del Monasterio de las Huelgas. Atrium Musicae de MadridGregorio Paniagua. JL. Ochoa de Olza. Colección de Música Antigua Española. Hispavox.
  • 1972 – [WAV] Las Cantigas de Santa Maria. Songs and Instrumental Music From the Court of Alfonso X. The Waverly ConsortMichael Jaffee. Vanguard Classics 082 013 71.
  • 1973 – [CAM] Osterfestkreis. Chant grégorien pour le temps pascal. Capella Antiqua München. Konrad Ruhland. Philips 426 840-2.
  • 1976 – [SFM] PlanctusStudio der frühen Musik. EMI «Reflexe» 1C 063-30 129 (LP). . Edición en CD junto con otras grabaciones en: Reflexe Vol. 5 – Stationen Europäischer Musik.
  • 1982 – [POL] Ultreia !. Sur la route de Saint-Jacques-de-Compostelle. Ensemble de musique ancienne Polyphonia Antiqua. Yves Esquieu. Pierre Vérany PV 7 90 042.
  • 1987 – [RIT] Rituel. Sacred chants from the early Capetian era. Gregorian chants & polyphonies. Ensemble Venance FortunatAnne-Marie Deschamps. L’empreinte digitale ED 13154.
  • 1987 – [CHI] Music of The Age of Chivalry. Mary Remnant, Petronella Dittmer, Mathew Hart Dyke. Soundalive Music SAMMT/CD 101.
  • 1989 – [NLC] The Pilgrimage to SantiagoNew London ConsortPhilip Pickett. L’Oiseau-Lyre.
  • 1989 – [ALC] Visions and Miracles. Gallician and Latin sacred songs from 13th-century Spain. Ensemble Alcatraz. Nonesuch 7 9180-2.
  • 1990 – [EST] Ave maris stella. Marienverehrung im Mittelalter. Estampie «Münchner Ensemble für frühe Musik». Christophorus CHR 77 107.
  • 1991 – [NBE] Wanderer’s Voice. Medieval Cantigas & Minnesang. The Newberry Consort. Harmonia mundi HMU 90 7082.
  • 1992 – [SEQ] Codex Las HuelgasSequentiaBarbara ThorntonBenjamin Bagby. Deutsche Harmonia Mundi 05472 77238 2.
  • 1992 – [DIS] Femmes mystiques, XIIIe Siecle. Codex Las Huelgas. DiscantusBrigitte Lesne. Opus 111 OPS 30-68.
  • 1993 – [HUE] Codex Las HuelgasHuelgas EnsemblePaul van Nevel. Sony SK 53 341.
  • 1993 – [BIN] Ecole de Notre-Dame de Paris. Permanence et Rayonnement XIIe, XIIIe et XIVe siècles. Ensemble Gilles BinchoisDominique Vellard. Harmonic 9349.
  • 1993 – [ALB] A Rose of Swych Virtu. Reverence from the Renaissance and the Middle Ages. Música Antigua de Albuquerque. Dorian Discovery DIS-80104.
  • 1994 – [CEL] Celi Domina. El culto a la Virgen en la música de la Edad Media. Alia MvsicaMiguel Sánchez. Gober G-30595-2.
  • 1994 – [SIX] Haec Dies. Easter at Notre Dame Paris c1220. Les Six. Move MD 3144.
  • 1994 – [FRA] Llibre Vermell de Montserrat – Cantigas de Santa MariaAlla Francesca. Opus 111 30-131.
  • 1994 – [ANI] Sacred Music of the Middle Ages. Hildegard von Bingen (1098-1179) and Others. Anima. SAP001.
  • 1994 – [REN] The Ring of CreationThe Renaissance PlayersWinsome Evans. Walsingham WAL 8005-2.
  • 1994 – [SIN] Beyond Plainsong. Tropes and Polyphony in the Medieval Church. Pro Arte Singers. Thomas Binkley. Focus 943.
  • 1995 – [MIC] In Festa. Calendimaggio di Assisi. Ensemble Micrologus. Micrologus 0001.
  • 1995 – [FLO] Magnificentia Iberica. Music of Medieval Spain. Florata. Tim Rayborn. AS&V Gaudeamus 144.
  • 1995 – [ALT] Iberian garden, vol. 2. Jewish, Christian and Muslim Music in Medieval Spain. Altramar. Dorian Discovery DIS-80 158.
  • 1995 – [EBO] Barcelona Mass / Song of the SibylObsidienneEmmanuel Bonnardot. Opus 111 30-130.
  • 1996 – [EWI] Du Grégorien à PérotinEnsemble Witiza. Arsonor 001-2.
  • 1996 – [ZOR] Polyphonics. Zorgina Vocalensemble. Ohmnibus Records 2000-15.
  • 1996 – [DOR] Echoes of Spain. Galician-Portuguese music of the Middle Ages. Sonus Ensemble. Dorian Discovery 80154.
  • 1997 – [TRE] Le Codex Las Huelgas. Chants polyphoniques espagnols du XIIIe siècle. Ensemble Tre Fontane y Dames de Choeur. Alba musica AL 0397.
  • 1997 – [SAR] Fallen Women. Women as Composers and Performers of Medieval Chant. Arab-Byzantine Chant. Sarband. Jaro 4210-2. Dorian 93235.
  • 1997 – [THE] Monastic Song. 12th Century Monophonic Chant, Peter Abelard, Codex Las Huelgas. Theatre of VoicesPaul Hillier. Harmonia Mundi USA HMU 90 7209.
  • 1997 – [TAP] Hildegard von Bingen – Celestial light. Chant of Hildegard von Bingen, Medieval polyphony. Tapestry. Laurie Monahan. Telarc CD-80456.
  • 1998 – [MOR] Chants d’Hildegard von Bingen – Manuscrit de Las HuelgasMora Vocis. Mathoeus 98 R 2. Mandala 4951.
  • 1998 – [EVF] Chants mystiques des abbayes cisterciennesEnsemble Venance FortunatAnne-Marie Deschamps. L’Empreinte digitale ED 13 106.
  • 1998 – [VOC] Codex Las Huelgas – Polifonía inéditaVoces HuelgasLuis Lozano. Sony SK 60844.
  • 1998 – [LOZ] Codex Las Huelgas – Misa Santa Maria la Real. Voces Huelgas. Luis Lozano. Sony SK 60846.
  • 1998 – [COD] Por que trobar é cousa en que iazMartín Códax. Grupo de Música Antigua de Compostela. Fernando Olbés, Miguel A. López. Clave Punteiro 9107.
  • 1998 – [MAU] Musica Cathedralis, Chartres XIIIe siècle. Faire chanter les pierres de la Cathédrale de Chartres. La Maurache. Ensemble Fulbert de Chartres. La Maîtrise du Conservatoire de Chartres. Arion ARN 268428 (2 CD).
  • 1998 – [AMA] Sur les Chemins de Saint-Jacques. Ensemble Amadis. Jade 74321 64760-2.
  • 1998 – [EUN] The Black Madonna. Pilgrim Songs from the Monastery of Monsterrat. Ensemble UnicornMichael Posch. Naxos 8.554256.
  • 1999 – [UNI] Unica Hispaniae. Alia Mvsica. Miguel Sanchez. Harmonia Mundi HMI 987021.
  • 1999 – [AUR] Saint-Jacques de Compostelle. Le Chemin de Compostelle. Aurore. Suisa CD 840.
  • 2000 – [WIT] Lux æterna. Les 4 planctus du Codex Las Huelgas – La messe des Défunts grégorienne. Ensemble Witiza. Luis Bárban. Musica Ficta 04/2002-01.
  • 2000 – [CJO] Stella splendens. Bois de Cologne y Maria Jonas. Marc Aurel Edition MA 20003.
  • 2000 – [DIF] Diferencias – A Journey through Al-Andalus and Hispania. Codex Huelgas, Villancicos. Ensemble DiferenciasConrad Steinmann. Divox Antiqua CDX-79809.
  • 2000 – [ROS] Season of Angels. Harmony of the Spheres. The Rose Ensemble. Rose 00002.
  • 2001 – [FOR] Chants de l’amour divin. Chants des monastères féminins. Ensemble Venance Fortunat. Anne-Marie Deschamps. L’Empreinte Digitale ED 13133.
  • 2002 – [BES] Bestiario de Cristo. Alia Mvsica. Miguel Sanchez. Harmonia Mundi HMI 987033.
  • 2002 – [FLE] Temple of Chastity. Codex Las Huelgas – Music from 13th century Spain. Mille Fleurs. Signum 043.
  • 2002 – [LIG] Iberica. Polyphonies sacrées de la péninsule ibérique – XIIIe siècle. Ensemble LigerianaKatia Caré. Jade 198 988-2.
  • 2002 – [MUA] El cantar de la Conquista de AlmeríaMúsica AntiguaEduardo Paniagua. Pneuma PN-450.
  • 2002 – [AN4] La Bele Marie. Songs to the Virgin from 13th-century France. Anonymous 4. Harmonia Mundi HMU 90 7312.
  • 2002 – [REN] The Road to Compostela. The Rose Ensemble. Rose 00004.
  • 2003 – [NYE] Music of Medieval Love. Women as Performers, Subjects and Composers. New York’s Ensemble for Early MusicFrederick Renz. Ex Cathedra EC-9005 (70070-29005-2).
  • 2003 – [PAN] El crisol del tiempo. Música Antigua. Eduardo Paniagua. Pneuma PN-470.
  • 2004 – [IOC] Media Vita in Morte Sumus. Ein Spiel um die letzten Dinge. Ensemble Ioculatores. Raum Klang RK 9707.
  • 2005 – [CLE] La Messe de Tournai – Codex Musical de las HuelgasClemencic ConsortChoralschola der Wiener HofburgkapelleRené Clemencic. Oehms Classics 361.
  • 2005 – [OBS] La Fête des FousObsidienneEmmanuel Bonnardot. Calliope CAL 9344.
  • 2005 – [FIG] Lux Feminae (900-1600)Montserrat Figueras et al. Alia Vox AVSA 9847.
  • 2005 – [CAT] Delectatio Angeli. Music of love, longing & lament. Catherine Bott and Friends. Hyperion CDA 67549.

Véase también

Referencias y bibliografía

  • Hoppin, Richard H. (2000). La Música medieval. Madrid: Editorial Akal. ISBN 84-7600-683-7.
  • Fernández de la Cuesta, Ismael (1983). Historia de la música española. Vol 1. Desde los orígenes hasta el ars nova. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 84-206-8501-1.
  • Rubio, Samuel (1983). Historia de la música española. Vol 2. Desde el Ars Nova hasta 1600. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 84-206-6474-X.
  • Anglès, Higinio (1931). El Còdex Musical de as Huelgas. Música a veus dels segles XIII-XIV. 3 vols. Barcelona: Institut d’Estudis Catalans. Contiene un facsímil del manuscrito.
  • Anderson, Gordon Athol (1982). The Huelgas Manuscript, Burgos, Monasterio de Las Huelgas. 2 vols. Corpus Mensurabilis Musicæ 79, American Institute of Musicology. Neuhausen-Stuttgart: Hänssler Verlag.

Entrega de San Bernado a Hugo de Payns

31. En vano oye o lee el cantico del amor el que no ama.
32. El corazón frio no percibe unas palabras que están llenas de fuego, así como el que no sabe el griego, no entiende a que habla en esta lengua.

33. No puede la fama agregar a la virtud lo que la conciencia arguye, que es vicio.

34. La virtud se contenta con el candor de la conciencia, aun cuando no la acompañe el olor de la buena fama.
35. Muchas cosas te fastidian en la ociosidad, que tomarás con deseo después del trabajo (porque la mejor salsa es el hambre).
36. Más atrevido es el enemigo para envestir por la espalda, que para resistir cara a cara.
37. Hacer el mal, sea quien fuere el que lo mande, no tanto será obediencia, cuanto desobediencia (porque se falta a la que debemos a Dios).
38. Aquello que cualquiera ama sobre todas las cosas, se demuestra, sino es Dios, en lo que se propuesto en lugar de Dios.
39. No correrían muchos con tanto gusto a los cargos si conocieran que son cargas.
40. Que no se desvanezca el que está colocado en alto, es difícil.



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Aceptame

III.            Renovación

                                     

<<Hermanos, los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible.  Así, yo corro, pero no sin saber a sonde; peleo, no como quien da golpes en el aire.  Al contrario mi cuerpo, y lo someto a esclavitud, no sea que después de haber predicado a los demás, yo mismo quede descalificado>>.  (1Cor 9,25-27).

<<No juzgues los preceptos del Señor como fábulas, sino deja tu corazón ser siempre solícito con ellos.  No permitas que ninguna adversidad del mundo aparte tu alma de los preceptos y mandamientos de Dios o de aquel amor que está en Jesucristo nuestro Señor, ni que la continua buena suerte te infle, sino en ambos casos sé moderado.  Cualquier cosa que se te ordene en nombre de la religión, acéptala sin reserva y obedece.  Y aun si fuera más allá de tus fuerzas, no la menosprecies o evites, sino explica con toda honestidad la razón de tu incapacidad a aquel que te mandó, de manera que aquello que era pesado para ti, pueda ser aligerado por la moderación de él y unámonos en su Amor, amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos.  El que ama a su prójimo, es llamado hijo de Dios; el que por el contrario lo odia, es proclamado hijo del demonio.  Aquel que ama a su hermano, tiene su corazón tranquilo; pero el que lo odia, está rodeado por una gran tormenta>> (San Basilio, Admonición a un hijo espiritual).

La vida monástica es esenciales ascética.  Demanda espíritu de sacrificio y de disciplina, en especial al comienzo.  Este sacrificio es ante todo el trabajo de poner en práctica las palabras del Evangelio, porque es la fe cristiana la que da el ascetismo monástico su carácter específico como seguimiento de Cristo.  El monje busca ser ante todo discípulo perfecto de Cristo.  Ha renunciado a todo, no para encontrar tranquilidad interior, sino para seguir a Jesús.  Hemos dejado a nuestras familias, al mundo, a la esperanza de una profesión (ver Lc 14,26), para mejor ser sus discípulos.  Es cierto que podríamos haber sido sus discípulos permaneciendo más directamente inmerso en el mundo; pero el deseo de dar a la Palabra de Dios una total atención inspira al monje a renunciar a  la vida más activa y preocupada de Marta, a fin de sentarse más permanentemente a los pies de Jesús como María (Lc 10,38-42).  El monje tiene hambre de la <<justicia>> que se encuentra solamente en la obediencia a la palabra de Dios (Mt 5,6).  Desea ser el amigo de Jesucristo, y en consecuencia busca conocer su voluntad en todo, para ser cabalmente obediente (Jn 14,15. 23-24).  Cree que si hace la voluntad de Cristo en todas las cosas, no sólo será agradable al Padre, sino que llevará a conocer y experimentar la presencia íntima y amante de Cristo, tanto en su propio corazón como en la hermandad monástica. «El que cumple los mandamientos que recibió de mí, ése me ama.  Y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él» (Jn 14, 21).

La Regla de san Benito es simplemente una aplicación de los mandamientos y consejos evangélicos a la vivencia monástica.  Su propósito es ayudar al hombre en su totalidad -cuerpo, alma y espíritu-a responder a la invitación y al desafío de Cristo.  Para esto, ofrece un sabio conjunto de métodos espirituales, conocidos como «observancias» o «ejercicios», que corresponden fundamentalmente a diversos aspectos de la vida de Jesús.  La disciplina cisterciense busca interpretar la Regla para el bien espiritual del monje en la situación concreta de hoy.  En consecuencia, aunque sus normas no deben ser consideradas como mandamientos, representan sin embargo lo que es agradable al Padre, y así el discípulo las aceptará y las obedecerá con entusiasmo, porque cree que tendrán un efecto vivificante y saludable, ya que por su vocación ha sido llamado a esta forma específica de imitar a Jesús.

Es en este punto donde ciertas costumbres antiguas y tradicionales plantean un problema.  Si ya no tienen un significado evangélico accesible al hombre moderno, se convierten en gestos vacíos de valor formativo profundo.  La renovación de la disciplina monástica implica eliminar aquellos detalles de observancia que en realidad ya no cumplen una misión educativa o santificante en la vida del monje.  Por otro lado, el monje moderno tiene que evitar una excesiva impaciencia por prácticas de hondo significado que no pueden ser comprendidas sino después de un cierto entrenamiento y aplicación personal.  Esta es una de las funciones del noviciado y del período formativo posterior: asegurar que el joven monje entienda el propósito de la vida monástica y sea sensible a los valores evangélicos que subyacen tanto en sus formas externas como en las más interiores. Si el hermano se sirve de ella correctamente, la disciplina corporal le ayudará a adquirir un nuevo estilo de actuación y une sensibilidad más profunda, diferente de la que tenía antes de ser llamado al monasterio.

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En la vida ascética del monacato primitivo se dejaba un amplio margen a la atracción personal. Algunos monjes se dedicaban a largos ayunos u otras prácticas especiales, tales como la reclusión, la vida errabunda, el silencio total, etc.  Al organizarse la vida monacal, los Padres, tanto de Oriente como de Occidente, estuvieron todos básicamente de acuerdo en los siguientes puntos:

  1. El oficio de oración comunitaria debía ser relativamente breve y sencillo. Se consideraban suficientes doce Salmos para las vigilias nocturnas y menos para los oficios durante el día, a fin de establecer, por medio de la transparencia espiritual de los Salmos e himnos, un ritmo de oración a la vez pausado y cautivador.
  1. El trabajo manual, que, en lo posible, debía mantenerse lo suficientemente simple como para poder combinarse con la oración interior, era un elemento clave en la vida del monje. El hermano nunca debía quedarse ocioso, ni siquiera con el pretexto de la contemplación. Debe ganarse la vida con su trabajo. Pero, como insistía san Jerónimo, no debe trabajar con sus manos sólo para ganarse el pan, sino ante todo para el bien de su alma.
  1.  Aunque muchos de los primitivos monjes coptos y sirios fueran analfabetos (san Antonio, por ejemplo), no obstante, todos debían estar familiarizados con las Escrituras antes de poder emprender seriamente la vida monástica, ya que la Palabra de Dios tenía que ser el alimento principal de su espíritu en la soledad. Así, la lectura sagrada fue uno de los elementos más importantes del programa de los primeros legisladores monásticos, como san Pacomio.   A la luz de la verdad revelada en Cristo, el hermano llegaba a conocerse a sí mismo, aprendía compasión hacia el prójimo, comprendía las razones para la humildad y el autodominio, lograba un aprecio del silencio, veía cada vez más claramente cómo la realidad del amor de Dios lo engloba todo. La lectura sagrada se convierte así en el método de oración típico de la espiritualidad benedictina, transformándose espontáneamente en meditación y conduciendo al monje con el tiempo a una absorción en Dios sencilla, silenciosa y contemplativa, alimentada del rumiar de la Palabra divina.
  1. En los tiempos primitivos, la prudencia monástica insistía que estos tres elementos de la vida monacal -liturgia, trabajo, lectura- debían equilibrarse correctamente. No se debía permitir que uno de ellos ocupara el tiempo y las energías que con justicia correspondían a los otros. Se ha calculado que en las primeras comunidades benedictinas se dedicaban tres o cuatro horas diarias al opus Dei (oración litúrgica), tres o cuatro más a la lectio divina (lectura y estudio meditativos), siete u ocho al trabajo manual y el resto Q las comidas, el descanso y otras necesidades.
  1. El propósito de esta vida equilibrada era bien definido. Los primeros Padres creyeron que la moderación y el equilibrio de oración en común, lectura meditada y trabajo capacitarían a cualquier monje normal para «orar sin cesar», no en el sentido de que debería estar en constante tensión, forzándose a pronunciar fórmulas de oración, sino que en esta vida simple; equilibrada, saludable y sana no le sería difícil permanecer constantemente en presencia de Dios.  Al vivir el hermano en un espíritu de fe, amor y sencillez, podría unirse a Jesús a través de todos los incidentes y deberes habituales de la jornada monástica.  Con el tiempo, muchas comunidades miraron con demasiada exclusividad a la liturgia como camino de oración, y, por lo tanto, renovación cisterciense del siglo XII hizo hincapié en el estilo primitivo de oración más sencilla e interior.
  1. Era imprescindible que esta vida equilibrada, orientada  a la oración, transcurriera en un ámbito de paz y silencio.  En consecuencia, varias cosas eran necesarias: primero, la comunidad monástica tenía que  estar separada del mundo exterior, ya sea por una especial construcción y distribución de las dependencias del monasterio, ya por la misma distancia geográfica.  Los contactos entre los monjes y la pobreza material de la comunidad tenía que ser de tal índole, que los hermanos no sufriesen normalmente la angustia económica ni la necesidad de pedir limosnas, y, sin embargo, no debieran tener absolutamente nada bajo título personal.  La práctica de la pobreza cenobítica era necesariamente diferente de la del ermitaño; pero ambas estaban en función.  Así también el trabajo debía ser a la vez productivo y simple, sin convertirse en un negocio de gran envergadura.  Finalmente, los contactos entre los mismos hermanos tendrías que restringirse por la práctica del silencio monástico.
  1. Dado que estas normas para oración comunitaria, trabajo manual, estudio, soledad, pobreza y silencio tenían que ser mantenidas por una autoridad, estaba implícito algún tipo de organización, aun para los grupos de ermitaños.  A la cabeza de la hermandad monástica estaba un monje mayor, de reconocida experiencia y santidad, al cual los demás obedecías en todo, no tanto porque estuviera investido de autoridad canónica, sino alto valor, que los conduciría a la santidad, al unirlos más estrechamente a Cristo en el vínculo del Espíritu de Amor, librándolos de su terca voluntad propia.  Como decía uno de los primeros cistercienses, Isaac de la Estella; << ¿Quieres saber por qué, tanto en nuestro trabajo como en nuestro descanso, seguimos el criterio y las órdenes de otro?  Es porque al hacerlo, imitamos más totalmente a Cristo como hijos muy queridos y caminamos en el amor con que El nos amó, el cual se hizo obediente en todo por nosotros los hombres, o sólo como remedio, sino como ejemplo, para que vivamos como Él vivía en este mundo.  Por naturaleza, el hombre está sujeto a Dios; el pecado lo subyugó al enemigo; la reconciliación hace que se someta a su mismo hermano y consiervo>>.  De esta forma el carisma de la obediencia tiene un papel importante en la vida monástica: es un signo de reconciliación, un testigo del reinado de Dios, una prenda en fe de la resurrección de Cristo.  Sin tal obediencia no puede hacer amor profundo.  Al renunciar la propia voluntad para hacer la de otro, se asientan las bases de una amistad abnegada, que es la señal por la cual todos los hombres pueden reconocer a los discípulos de Cristo (Jn 13,35).  La obediencia es también la gracia que prepara al alma del monje para la contemplación,  porque se recibe la contemplación en obediencia al Espíritu Santo, y no se le puede obedecer sin haber aprendido primero a reconocer su voluntad manifestada por medio de los superiores humanos.  Así otro cisterciense, san Elredo, decía: <<A quienes Cristo alimenta en el espíritu (por la gracia de la oración), los hace primero obedientes en la verdad>>.
  1. A medida que transcurrió el tiempo y para estabilizar la comunidad monástica, los monjes hacían votos formales.  En su profesión el cisterciense promete obediencia, estabilidad  y <<conversión de vida>>, según la Regla de San Benito.  El voto de conversión de vida es en realidad una solemne promesa de fidelidad a las prácticas esenciales de la vida monástica, entre las cuales están la pobreza y la castidad que posteriormente, en otros institutos religiosos, se convirtieron en objeto todo lo característico de la vida del monje: seguimiento de Cristo, renuncias, soledad, oración y servicio al vínculo indisoluble entre los hermanos y expresa la fidelidad de Cristo a su Iglesia: el monje promete vivir y morir en la comunidad que lo recibe en su seno el día de su profesión.

rezo

Estos ocho principios esenciales permanecen invariables, no importa cuánto puedan variar las circunstancias de tiempo y espacio.  Cualquier renovación monástica que se lleve a cabo en nuestra época, debe tenerlos claramente en cuenta.  De lo contrario, la <<reforma>> de la vida monástica será únicamente su deformación.  Todos aquellos que desean ser monjes, deben tomar conciencia de esto desde el comienzo.  Cuando entran en la vida monástica, deben advertir los constitutivos básicos de la misma: su silencio y apartamiento de la sociedad, su espíritu de oración y austeridad, su trabajo y sacrificio en servicio de los hermanos, la sencillez, humildad y escondimiento esenciales de ella.  En una palabra, su naturaleza <<contemplativa>>.

En realidad, la orientación contemplativa de la vida en el Císter es la única clave para comprender los distintos aspectos de su disciplina corporal, mental y espiritual.  Sin ella, nada tendría su verdadero sentido.  La renovación de vida en los monasterios cistercienses del mundo entero se ha llevado a cabo durante los últimos años en base a este principio.  Por otra parte, una vida orientada así a la plenitud de la oración cristiana corresponde profundamente a la sed de liberación que experimenta el hombre de nuestro tiempo y a la naturaleza contemplativa de la Iglesia, Esposa y Cuerpo de Cristo, el gran Orante.


II. Comunidad Contemplativa

 “Las Moradas de los monjes en las colinas eran como santuarios llenos de coros divinos, cantando con la esperanza de la vida futura, trabajando para dar limosnas y preservando el amor y la armonía entre sí. Y en realidad, era como ver un país aparte, una tierra de misericordia y justicia” (San Atanasio de Alejandría, Vida de San Antonio).

Lo que verdaderamente transforma el mundo no es tanto el testimonio singular de un cristiano, por más santo que sea; lo que cambia al mundo es el testimonio de una comunidad que vive de la Palabra, se nutre en la Eucaristía y testifica su servicio en la caridad. Todo lo que tenemos que hacer es formar verdaderas comunidades. Si es una comunidad que busca la oración, una comunidad que busca el servicio y una comunidad que vive en la alegría y en la esperanza, e comunidad cristiana. Yo creo que son señales infalibles de una auténtica comunidad cristiana. Una comunidad busca la interioridad, la oración, la contemplación, una comunidad que siente necesidad de orar. Comunidades en una palabra, que siguen creyendo en la eficacia transformadora del Evangelio; concretamente comunidades que se sienten enamoradas de Jesús.

A lo largo de los siglos, la llamada a abandonar la sociedad y vivir en un desierto físico o espiritual se ha expresado en formas variadas. En los primeros días del monacato, había algunos monjes que adoptaban simplemente una vida errabunda en el desierto, sin morada fija.  Otros vivían completamente solos como ermitaños. Con el tiempo, descubrieron que se necesitaba cierta forma de vida social e institucional para dar estabilidad y orden. De esta forma se afianzó la vida común o cenobítica, en la cual la misma comunidad estaba ubicada en el yermo, o por lo menos alejada de cualquier ciudad, y en la cual los hermanos preservan un ambiente de oración por medio del silencio entre ellos mismos.

Esta combinación de soledad y comunidad concilió las ventajas de la vida apartada con las de la vida social. El monje no disfrutaba únicamente del silencio y de la libertad frente la las tareas distrayentes de la actividad mundana, sino también tenía el apoyo y el aliento de la caridad fraternal. Podía olvidarse de sí mismo en el servicio a los demás, trabajar por el bien común de la comunidad monástica y alimentar a los pobres.

Se beneficiaba de la obediencia y la dirección espiritual, y lo ayudaba el buen ejemplo de los demás. Ante todo, podía participar en la oración litúrgica comunitaria en la cual Cristo, el Señor y Salvador, estaba presente en medio de la asamblea monástica ofreciendo el sacrificio de alabanza y acción de gracias en los misterios de nuestra fe celebrados por los hermanos.

En la vida comunitaria no se procuraba solamente que el hermano buscara su propia salvación o un tipo individualista de contemplación, sino que la misma comunidad era un sagrado lugar de encuentro entre Dios y el hombre. Aquí el monje se abría a la acción del Espíritu que lo unía íntimamente con sus hermanos y recibía la fortaleza necesaria para continuar la contenida solitaria e interior a la cual Jesús lo había llamado.

Los monjes cistercienses se han dedicado desde el siglo XII a esta vida contemplativa en comunidad, sin perder de vista ni la nota de soledad ni el hecho de que forman un solo Cuerpo en Cristo resucitado.

Lo que le ayuda al cisterciense a permanecer en cierta medida solitario, aun estando entre sus hermanos, es ante todo el silencio.  Luego el trabajo manual en el campo en los talleres tiene algo de solitario y de oración, además de ser el medio por el que el monje se autoabastece.  De este modo también se mantiene libre de los múltiples contactos con el mundo exterior.  Además, raras veces deja su monasterio, y lo hace únicamente por razones serias.

Así la unión fraterna en la vida comunitaria monástica no es el simple resultado de la sociabilidad natural, sino que es un fruto del Espíritu Santo, un carisma sobrenatural otorgado por Cristo resucitado para bien de todo su pueblo.  Por lo tanto, debe considerárselo como completamente distinto de la cordialidad de una comunión natural, que es buena en su propia esfera.  Las amistades del monje dependen de su sensibilidad respecto al fin hacia el que se orienta toda la comunidad monástica: la gloria de Dios y la unión con él.  Por consiguiente, aunque los valores humanos y la sinceridad de la amistad monástica no debe tender a ser un simple substituto del cariño del hogar natural, al cual el monje ha renunciado.

En todo caso,  la alegría de la vida en el Císter proviene de la entrega generosa a la tarea espiritual común de alabanza y trabajo, y a la búsqueda en común de <<edificar>> la Iglesia en la verdad.  La vocación del monje no es la de <<encontrar>> cómodamente en el monasterio un ideal monástico ya realizado, que hace suyo con un mínimo de dificultades.  El monaquismo es algo que cada generación de monjes está llamada a <<construir>> y tal vez a <<reconstruir>>.  De esta manera, nunca se logra completamente el ideal y nadie tiene derecho a sentirse amargado o defraudado porque no lo encuentre realizado en su comunidad.

Cada hermano debe a su comunidad el esfuerzo de ayudar o <<edificar>> a sus hermanos, trabajando con ellos para preservar y mejorar la vida contemplativa que comparten y por la cual han renunciado al mundo.  Su alegría está basada, en última instancia, en la verdad y sinceridad con que se entregan a Cristo que vive entre ellos.  Cuando esta verdad está viva en sus corazones, la cisterciense debe buscar primero la verdad en sí mismo y en su hermano antes de poder encontrarla en Dios.

El monje encuentra la verdad de Cristo en sí mismo por la humildad con que reconoce su propia pecaminosidad y sus propias limitaciones.  Encuentra esta verdad en su hermano no juzgando sus pecados, sino identificándose con su hermano, poniéndose en su lugar, respetando el hecho de que el hermano es una persona diferente, con distintas necesidades y con una tarea distinta a realizar dentro de la labor única y común a todos.

San Bernardo dice <<La vida del alma es la verdad, y la captación del alma es el amor.  Por eso no puedo explicar en qué modo se puede decir que uno esté vivo, por lo menos en nuestra vida comunitaria, si no ama a aquellos entre los cuales vive>>

Por lo tanto, el amor del monje por su hermano debe ser realista, compasivo y comprensivo.  Un idealismo intolerante, que se impacienta ante cada falta, acusando y condenando siempre a los otros, es una debilidad encontrada frecuentemente en los monasterios.  Tal actitud demanda la compasión y comprensión de aquellos cuyo amor es más profundo.

La vida común no impide al monje vivir en cierto modo como un solitario, sino que lo protege contra los peligros del egoísmo y de la introversión.  De este modo purifica y profundiza la verdadera gracia de la soledad, que es paradójica, pues aumenta con la caridad.

Ya en el siglo IV Evagrio indicaba esta paradoja, al decir: <<El monje es aquel que está separado de todos y unido a todos>>.  La comunidad contemplativa abre corazones de sus miembros a una comunidad más amplia y universal.  Un cartujo moderno, anónimo, explica este fenómeno:

<<La vocación del monje lo obliga a vivir apartado del mundo, pero se encuentra en el corazón mismo de aquello que es más íntimo a cada hombre, su hermano.  Está en comunicación viviente con las aspiraciones esenciales que Dios ha colocado como semillas en su criatura.  La razón de ser del monje está identificada con la razón de ser que está en todo hombre.

Este hecho aparentemente extraño tiene una sola explicación: el monje no está unido a Dios y a los hombres por una comunicación natural o por expresiones humanas de afecto, por buenas que sean, sino por un único Amor que ha nacido en las profundidades de Dios mismo y se nos ha dado en la Persona del Espíritu Santo.  Es el Espíritu quien causa la secreta fecundidad a la Iglesia.

Es cierto que esta adoración contemplativa se realiza ya en el corazón del mundo por los miles de hombres y mujeres entregados a una vida de fe y oración en medio de su trabajo diario.  La oración de estas personas es de grandísimo valor a los ojos de Dios y para la extensión de su Reino.  <<Ellos verán a Dios>> (Mt 5,8).  Fe activa y fe contemplativa son mutuamente necesarias, no sólo en la total de la Iglesia, sino también en la vida de cada cristiano.  Todos somos llamados a ser contemplativos con Cristo, el gran Contemplativo.  Pero también es verdad que en la historia del Pueblo de Dios siempre aparecen lugares fuertes de oración donde se excluyen finalidades secundarias para dar una preeminencia más total al don contemplativo, mediante un estilo de vida ordenado a su desarrollo.  Esto se debe al hecho de que la gracia contemplativa, común a toda la Iglesia y activa de alguna manera en el corazón de todo hombre, tiende a hacer girar la existencia humana en torno suyo.  Así, sin la fidelidad del monje a su disciplina humana en torno suyo.  Así, sin la fidelidad del monje a su disciplina constante de humildad, soledad y caridad contemplativas y sin una comunidad estable y organiza para expresar en alma y cuerpo estos valores evangélicos el don general de oración, que el Espíritu otorga a su Pueblo, se iría debilitando, como lo demuestra la experiencia de muchos siglos.  El carisma monástico de oración y disciplina comunitarias es absolutamente necesario para el bienestar de la Iglesia entera: para su apostolado y para su oración.

Dicho esto, es verdad que a veces Dios puede pedir, como una excepción a la norma general, un apostolado especial y más exterior de porte de algún miembro de una comunidad contemplativa.  Sin embargo, la vocación monástica no puede ser entendida en este sentido.  El modo más efectivo en que el monje participa en la actividad evangelizadora de la Iglesia es ser, en toda su plenitud, el que está llamado a ser: un hombre de silencio y de oración, que ha seguido a Jesús al desierto y allí se queda con sus hermanos.  Sólo así cumplirá está misión profética de la vida monacal que consiste en mostrar visiblemente o por lo menos sugerir, algo de aquello hacia lo cual tiende toda vida humana: la vocación final y única para todos de unión con Dios en el amor.  La experiencia ha demostrado que incrédulos o católicos no practicantes, que no sienten más que desprecio y desconfianza por el mensaje de apóstoles activos, pueden encontrarse extrañamente conmovidos por el espectáculo de una comunidad de monjes silenciosos, quienes han optado por vivir al margen de la soledad y muestran que el ser humano puede encontrar una nueva  plenitud espiritual al vivir así no prestando atención a las modas de la sociedad, ni a sus placeres efímeros o intereses superficiales, sino orando por las necesidades profundas y frecuentemente trágicas que la afligen.


Monasterio de Monjas Cisterciense Calatravas Moralzarzal

 El fin espiritual de la Comunidad se manifiesta especialmente en la celebración litúrgica, a la cual dedican gran parte de la jornada, para cumplir en unión de la Iglesia la función sacerdotal de Cristo, ofreciendo a Dios un sacrificio de alabanza e intercediendo por la salvación de todo el mundo.
La oración pública se prolonga a lo largo del día mediante la oración silenciosa y personal.
En la lectio divina, la monja se entrega a la escucha y rumia de la Palabra de Dios, fuente de oración y escuela de contemplación; en ella, la monja dialoga con Dios de corazón a corazón.
El trabajo, arduo y redentor, fuente de una fecunda ascesis, ofrece a las monjas la ocasión de participar en la obra de la creación y comprometerse en el seguimiento de Cristo pobre.

 

Orígenes

EL singular fenómeno de las Ordenes Militares es fruto de la fe y forma de vida propias del medievo.

En cierto sentido podría afirmarse que sus miembros fueron los herederos de los ideales de la llamada Orden de Caballería que recogía en su seno un largo proceso evolutivo, que arrancando del guerrero primitivo, tosco y brutal cuya fuerza residía con frecuencia en su fuerza y la destreza del uso de sus armas, al ejemplarizado caballero medio monje y medio soldado, como fruto maduro de progresiva cristianización de las costumbres de la sociedad medieval.

Junto a tan singular modo de vida hay que situar las célebres Cruzadas, la otra gran originalidad que pone ante nuestros ojos el espíritu aventurero, ardiente, lleno de fe, y no poco bárbaro, del hombre de la Edad Media.

Si a las Ordenes Militares, a las Cruzadas, al espíritu caballeresco de vivir la fe cristiana en el medievo y a los grandes complejos monástico-militares del Temple y las otras Ordenes Militares ya se han dedicado amplios y documentados estudios, no ha sido tal el caso por lo que respecta a la «parte femenina» de esas mismas Ordenes Militares.

Quisiéramos presentar ahora unos breves datos sobre el tema, que sirvan como punto de partida para estudios más complejos e informaciones más sustanciosas. Nos parece que debemos hacer justicia histórica a ese «complemento» de las Ordenes Militares que extiende sus ramas hasta hoy día, aportando frutos importantes a la historia y a la espiritualidad Cistercienses y que, en definitiva, forma parte de su gran patrimonio, máxime cuando aún hoy existen comunidades vivas descendientes y herederas de unos ideales que, aunque se crea lo contrario, no han prescrito aún, y tienen excelente cabida en el carisma cisterciense, tal y como este quiere presentarse ya en este siglo XXI.

El origen de las monjas en las Ordenes Militares responde también a la mentalidad cristiana y comprensión del ideal de caballería cristiana de que estaban imbuídos aquellos hombres que favorecieron el nacimiento y desarrollo de las comunidades femeninas, que debían servir de soporte orante y de intendencia espiritual a sus campañas militares y al mantenimiento de su vida espiritual.

«Moisés dijo a Josué: ‘Elige hombres y ataca mañana a Amalec. Yo estaré sobre el vértice de la colina con el cayado de Díos en la mano’. Josué hizo lo que le había mandado Moisés, y atacó a Amalec. Aarón y Jur subieron con Moisés al vértice de la colina. Mientras Moisés tenía alzada la mano llevaba Israel la ventaja, y cuando la bajaba, prevalecía Amalec. Como las manos de Moisés estaban pesadas, tomaron una piedra y la pusieron debajo de él para que se sentara, y Aarón y Jur sostenían sus manos, uno de un lado y otro de otro; y así sus manos se mantuvieron firmes hasta la puesta del sol, y Josué exterminó a Amalec y a su pueblo al filo de la espada.» (Ex. 17, 9-14).

La reflexión sobre este pasaje bíblico les determinó en esta tarea. Ellos ciertamente necesitaban un Moisés que mantuviese en alto sus manos intercesoras mientras ellos peleaban en los campos de batalla; necesitaban a alguien tan potente y fuerte ante Dios que fuese capaz de aguantar en alto, venciendo el cansancio y la fatiga, hasta la puesta del sol, el deseado desarrollo de la batalla, alguien que no se rindiese ante la pesadez del ejercicio de las armas, alguien tan fuerte y poderoso que tuviese un corazón capaz de entregarse en total olvido, para agradar a Dios y que él lo mirase complacido y accediese con gusto a sus peticiones, ruegos y oraciones…

Lo decidieron: necesitaban una comunidad de «hermanas» que quisieran cubrir esta laguna orante en su batallar diario en favor del pueblo y de su fe por amor de Dios; y puesto que guerreaban contra poderosos enemigos, a El querían dar la victoria.

En tiempos del IX Maestre D. Gonzalo Yáñez de Novoa que gobernó la Orden desde 1218 a 1239 se llevó a cabo la fundación –en 1219–, del primer monasterio de monjas Calatravas, en San Felices de Amaya (Burgos).

Un año antes en 1218, en Pinilla de Jadraque (Guadalajara), ya se había fundado de nueva planta un monasterio femenino de la Orden de Císter. La iniciativa había partido del matrimonio Fernández de Atienza, poniéndose el cenobio bajo la advocación del Santísimo Salvador. El obispo de Sigüenza receptor de los bienes, D. Rodrigo, llevó a cabo la fundación y trajo como abadesa del cenobio a Doña Urraca Fernández, del monasterio de Valfermoso de las Monjas, que hoy es benedictino. El monasterio se edificó en Sothiel de Hacham, en el término de Pinilla, que más tarde se unió a Jadraque, o Xadrache

Pronto pasó a la observancia Calatrava, antes de 1265, –según algunos documentos que se conservan en el archivo de la Comunidad,– prestando las monjas a partir de entonces obediencia a los Maestres, quienes las dotaban de nuevas constituciones así como de su espíritu e idiosincrasia propias. Entorno a la segunda mitad del Siglo XII, se puso la cruz roja de la Orden sobre sus escapularios negros y sus blancas cogullas.

La tercera y última comunidad de Calatravas estuvo situada en el corazón mismo del señorío calatravo: la ciudad de Almagro (Ciudad Real), y su convento estuvo dedicado a María, en su misterio de la Asunción, según tradición de todas las casas cistercienses. Se fundó en el año 1544, siendo su fundador el Comendador Mayor D. García de Padilla.

Ya habían cambiado no poco los aires dentro de la Orden de Calatrava. Su Maestrazgo se había incorporado perpetuamente a la Corona de España y fue bajo el reinado del Emperador Carlos V cuando se llevó a cabo esta fundación, la más noble de las tres y la que dispuso de convento más rico y mejor dotado. La ocasión fue la dotación espléndida y excesiva que este Comendador Mayor, que murió con gran fama de santidad, hizo de un hospital en Almagro. Una vez edificado y dotado convenientemente el hospital el resto del legado se destinó a esta fundación.

La Orden vigilaba la vida de estas comunidades y las mantenía bajo su jurisdicción, ante la atenta mirada de su Maestre, que era el auténtico superior del Monasterio; éste, por sí mismo o por delegación en algún Comendador, confirmaba las nuevas admisiones, daba los oportunos permisos a la Abadesa, autorizando sus gestiones –sobre todo económicas–, visitaba, él personalmente o por un delegado, el convento; presidía la elección abacial cada tres años (aunque la Abadesa siempre podía acudir en caso de no ser convenientemente atendida por el Maestre, o cuando existía desacuerdo con él, al Abad de Morimond, que era la instancia superior de ambos).

Las «Visitas» del Maestre o sus representantes, efectuadas cada 3 años eran verdaderas Visitas Regulares. Normalmente las hacía un monje clérigo y un caballero, ambos calatravos. Se realizaba un escrutinio secreto a cada monja; visitaban el interior de la clausura, presidían la elección abacial y dejaban un escrito similar a las actuales Cartas de Visita, con los puntos que debían reformarse y los detalles de observancia en que debía ponerse mayor empeño.

La parte masculina de la Orden protegió a las monjas en todas sus necesidades a través de los siglos: estando a su lado, intentando cubrir sus necesidades; ayudando a las monjas en sus gestiones financieras y administrativas. Mientras existieron los miembros masculinos religiosos sobre ellos recaían las obligaciones de regir las capellanías con todas sus necesidades, y cuando llegó el caso las protegieron de la mejor manera que pudieron.

 

Evolución

 

Esta comunidad de monjas cistercienses se fundó en el año 1218 en la localidad de Pinilla de Jadraque (Guadalajara), primer lugar de asentamiento y desarrollo.

Las ruinas que hoy quedan de su edificio han ido sufriendo a lo largo de los siglos una serie de modificaciones que no nos permiten darnos una idea exacta de lo que fue su vida allí; pero lo que nos han legado, junto con la documentación existente, nos permiten llegar a saber que llevaron una vida próspera y apacible, silenciosa y sencilla, apartada de los grandes centros urbanos, muy a propósito para un monasterio cisterciense femenino de los siglos XIII al XVI, porque a ellas también les llegó la orden real de Felipe II para abandonar el lugar y habitar otro intramuros de alguna ciudad.

Las últimas obras de reforma se habían concluido en 1551, según consta en el grabado de una piedra con la cruz primitiva de la Orden, colocada sobre la puerta de acceso al recinto.

En 1576, el Real Consejo daba permiso a las monjas para efectuar el cambio. El lugar elegido fue Almonacid, junto a la encomienda de la Orden de Zorita de los Canes, cambiando su nombre por el de la Purísima Concepción de Nuestra Señora. Allí se comenzó la edificación del nuevo convento, que en 1581, estando ya el inmueble terminado, recibía a la Comunidad.

Pronto se levantaron voces de alarma debido a la insalubridad del lugar y a la pobreza extrema en la que vivían –en sólo los primeros años de permanencia murieron 24 monjas–. Pero gracias al esfuerzo de Doña Jerónima de Velasco, su abadesa, la Comunidad logró salir de allí en 1623 trasladándose entonces a Madrid. Mientras se edificaba su monasterio residieron en la calle Atocha durante 6 años. En 1629, bajo la abadiato de Doña María de Peralta se trasladaron a la calle de Alcalá.

La oración, los trabajos manuales y el oficio divino eran las principales ocupaciones de las monjas. En 1670 se colocó la primera piedra de la iglesia. Su bello exterior renacentista se remató con una torre ochavada, colocándose en la fachada principal las imágenes de la Inmaculada sobre la puerta y la cruz de la Orden en el rosetón, flanqueada por las estatuas de San Raimundo y Diego Velázquez. Poco después –en 1721–, se recibía una importante reliquia de San Raimundo, en una arqueta-relicario de plata repujada, que fue colocada sobre el altar mayor, en un lugar preeminente. El templo, desde entonces, fue utilizado por los caballeros calatravos que residían en la corte para celebrar en ella tanto sus oficios religiosos como sus capítulos

Poco después era proclamada la 1ª República, teniendo las monjas que desalojar su convento, ordenando entonces su residencia con las Comendadoras de Santiago. Dicho traslado imposibilitaría la recepción de nuevas vocaciones, motivo éste que obligaría a salir en 1896 a las dos únicas monjas supervivientes.

Así las cosas surgió otra mujer excepcional: Doña Concepción Baró, única superviviente de las monjas salidas de la calle Alcalá. Ayudada por los Caballeros Calatravos, y más concretamente por el Marqués de Pico Velasco, D. Federico Reinoso, abandonó la Comunidad de Santiaguistas junto a Doña Francisca Bayo, estableciéndose en el antiguo Convento Dominico de Jesús María de Valverde, en el pueblo de Fuencarral, que estaba vacío desde la Desamortización. Era el 13 de agosto de 1896.

Allí la comunidad pudo rehacerse numérica y económicamente, a la sombra de otra gran figura providencial, la Madre Pilar Carrasco. La Reina Mª Cristina y la Infanta Isabel fueron las mayores y más insignes benefactoras de la comunidad en esta época, que en 1902 recibía nuevas Constituciones, trasladándose en 1912 al paseo del Pintor Rosales nº 12. Sería aquí donde se les dotó de una nueva casa, aunque las hermanas no permanecerían en ella durante mucho tiempo. Llegó la 2ª República, luego el llamado Movimiento Nacional, con todas las tragedias, muertes y revanchas. El cuartel de la Montaña, que estaba frente al Convento, fue asaltado el 20 de junio, y el 9 de agosto, éste fue incautado y las monjas, tras dos días de interrogatorios, fueron a parar a la cárcel, siendo entonces reducido su edificio a un montón de ruinas.

La guerra terminó y la Comunidad, por mandato del Patriarca D. Leopoldo Eijo y Garay, se reunió en el antiguo beaterio de las Magdalenas de la Penitencia, sito en la calle Hortaleza, nº 88, de Madrid.

Será a partir de 1965 cuando la comunidad pasará a formar parte de la Federación de Monjas Cistercienses de la Regular Observancia de San Bernardo de España.

La búsqueda de un lugar más idóneo para vivir su vida monástica les llevó a dejar el inmueble sito en la calle Hortaleza en 1977 y, durante dos años, mientras se adelanta la construcción de un nuevo monasterio en plena sierra madrileña, residen en la calle Dolores Povedano, 11, instalándose finalmente la Comunidad en el monasterio que actualmente habita en Moralzarzal, el 1 de Febrero de 1980, aunque su iglesia no se consagraría hasta el 3 de noviembre de 1989

Vida

 

La vida cotidiana de la monja cisterciense se desarrolla en un espacio concreto y determinado: el monasterio, que gira simbólicamente alrededor del claustro. Es ahí donde debe vivir, en sincera comunión fraterna con sus Hermanas, desgranando y recorriendo el tiempo determinado que es su vida personal, entregándose a su quehacer cotidiano monástico. En cierto sentido, puede decirse que la monja recibe el don gratuito de su vocación con su género de vida concreto y hace, con su profesión, una renuncia a su propia vida a favor de la humanidad, después de este momento ya nada le pertenece en exclusiva, ni «su» tiempo, ni «su» voluntad, embarcada en una aventura divina trata de ir dando la vida paso a paso, con arreglo a un programa bien determinado: la vida monástica. Su vida está jalonada por los distintos oficios litúrgicos que van marcando y dando forma al diario vivir.

La privada abarca la oración propiamente dicha, que es ayudada y preparada con la práctica de la «lectio» con su escalada tradicional de «lectura», «meditación», «oración» y «contemplación», para darla vida el silencio se convierte en ayuda imprescindible que cultiva y mantiene la presencia viva del Señor, el esencialmente OTRO, presente y actuante en toda la vida.

La oración litúrgica tiene sus propias connotaciones monásticas, la monja ora para el mundo, por él, y en su lugar y sobre todo ora con, en unión de Cristo, así su tiempo de oración queda donado y trascendido, convirtiéndose en un tiempo de estrecha unión con Dios y de participación en su misterio.

La oración litúrgica gira alrededor de la Eucaristía diaria, fuente y fin de toda vida interior, resumen y actualización, en el aquí y ahora, del misterio cristiano y que en el monasterio se trata de dar la mayor solemnidad posible por medio del canto y el cuidado pormenorizado del ceremonial, día tras día al aire del año litúrgico que ayuda a la monja a revivir y asimilar el misterio de la redención.

Junto a la Eucaristía está la Liturgia de las Horas, que es la otra gran plegaria de alabanza y acción de gracias que va marcando, jalonando y dando ritmo al diario vivir y acontecer, al que va iluminando hasta dar luz y valor nuevos a la vida de la monja, ayudándola a trascender lo trivial, común y ordinario de cada jornada, durante toda la vida. Tiene dos ejes: uno abarca todo el año litúrgico, el otro más reducido, semanal e incluso diario que nos ayuda a vivir el momento presente, según la hora del día que se rece.

 

La jornada comienza a las 5 de la mañana, a las 5,30 tiene lugar la celebración de las Vigilias. Esta «Hora» tiene un fuerte carácter bien definido. Es el primer rezo oficial del día, que aún no ha llegado. Se sitúa en la «noche» con todas sus connotaciones. Quiere ser una ayuda eficaz para todos los hombres que viven fuera del recinto monástico y que pronto se prepararan para vivir una nueva jornada; los trabajadores nocturnos, los enfermos, los agonizantes, los que pasaron la noche en vela buscando falsas quimeras de espaldas a Dios, los que viven la propia noche de la fe, del olvido, los que han visto sus noches iluminadas por la luz siniestra de las bombas, los refugiados en campos infrahumanos… Son tantas y tan graves las situaciones que puede vivir el hombre actual y de todos los tiempos… La voz orante y pobre pero firme de la monja quiere acoger a todos, presentar el mundo a Dios y pedirle que siga manifestando su gloria… Como fondo de tantas necesidades, de tanto dolor humano. Vigilias es la Hora de la vela, de la vigilancia por excelencia, de la espera del retorno del Señor, tiempo de alimentar con aceite las lámparas para que se mantengan encendidas.

 

La salmodia, los himnos, las lecturas de la Palabra de Dios, y de los Santos Padres, los responsos y las oraciones se suceden, nos advierte San Benito: » que el corazón concuerde con los labios » la mente se va llenando de la Palabra, misión y trabajo personal de cada Hermana que tendrá que ir llenando con ella el corazón, cual si de un receptáculo se tratase. Su celebración se prolongará por un espacio de tiempo variable, según los días y fiestas que se celebren, pero nunca bajará de los ¾ de hora, y rara vez superará la hora y 45 minutos.

Hasta las 8,20 que comienzan Laudes, tras el desayuno y arreglo de celda, se tiene un tiempo personal de «lectio» oracional y personalizadora, tiempo sumamente importante para la escucha atenta de la Palabra.

 

A las 8,20 comienzan los Laudes, rezo de la aurora o del amanecer, en ella se impone el ofrecimiento de la nueva jornada. La alabanza se funde con la súplica por la misma Iglesia, y por toda la humanidad, que se supone se está enfrentando a un nuevo día con todas sus necesidades y problemas. Con esta «Hora» comienza el oficio diurno, que regularmente va sembrado de alabanzas y súplicas todo el día sobre todo en los momentos más significativos y puntuales. Con la ayuda de esta celebración se consagra al Señor el comienzo del día monástico. Como fondo está la recomendación apostólica de «orar sin interrupción». Junto con Vísperas es llamada «Hora Mayor». Las evocaciones bíblicas de esta oración son muy fuertes: la luz que hace comenzar el nuevo día se superpone con la luz nueva de la creación y con la que irradia Cristo Resucitado, verdadera Luz del mundo.

 

A continuación -9 de la mañana- se celebra la Eucaristía, que como la Liturgia de las Horas es cantada a diario. Es por excelencia el sacrificio de acción de gracias fuente y cumbre de donde dimana toda vida espiritual, misterio de amor donde diariamente se renueva el sacrificio redentor de Cristo el Señor. Momento de recibir el alimento que dará fuerza y forma al diario caminar. Tiempo de elevar las manos en unión de Cristo, bendiciendo a Dios…

La oración silenciosa y personal se prolonga durante media hora, concluida ésta -hacia las 10 de la mañana se tiene el canto de la hora de Tercia.

El trabajo monástico se ha presentado frecuentemente como el 2º binomio querido por San Benito para sus monjes, el famoso » Orat et labora «. La realidad del trabajo sigue siendo hoy una fuente de ascesis personal para el monje. Es el medio normal de recabar la propia subsistencia y el socorro para todos aquellos que demandan la ayuda del monasterio para paliar sus necesidades más básicas y fundamentales. » Somos auténticos monjes cuando vivimos de nuestro trabajo» nos recuerda la Regla de San Benito. Dada la competitividad social en la que vivimos no se puede eludir en algunos momentos, al menos, una cierta preparación de la monja para realizar profesionalmente bien su trabajo, con creatividad, responsabilidad y eficacia. Todo ello como derecho y deber, según las posibilidades de cada una, sin perder de vista que este tiempo es una ocasión privilegiada de participar en la obra divina de la creación. El trabajo a veces puede ser arduo y duro, pero siempre debe ser solidario con los demás trabajadores, redentor para con el mundo y gozosa escuela de caridad fraterna.

Además de los trabajos comunitarios y de mantenimiento del monasterio, se cuenta con un trabajo para el exterior del monasterio.

La «Hora de Sexta» se celebra a las 13,15 poniendo fin al trabajo de la mañana. Como el resto de las «Horas Menores» es una ayuda para orar durante el día interrumpiendo el trabajo.

La comida silenciosa y con lectura en voz alta de una Hermana sigue a este rezo.

A las 15,15 el rezo de «Nona» vuelve a reunir a la Comunidad en la plegaria en torno al altar, con las mismas connotaciones litúrgicas de las «Horas Menores» anteriores.

De 15,30 a 16,30 la mayor parte de los días, pero no todos, se dedica un tiempo al intercambio informal de opiniones, a la puesta al corriente de diferentes noticias, o al paseo tranquilo, cuando el tiempo lo permite. A continuación nuevamente se retoma el trabajo, cada cual el suyo según las distintas asignaciones y obligaciones. Durante la tarde se puede contar con un espacio de tiempo libre para el estudio, la «lectio» personal, hasta las 18,45 que se celebran las «Vísperas».

«Vísperas» es la otra gran Hora Mayor, se celebra al comienzo de la caída de la tarde, es como una llamada al recogimiento oracional, al silencio que empieza a envolver a la naturaleza. Quiere recoger en estos momentos a todos los hombres y presentárselos al Padre una vez más en una gran y solemne acción de gracias por todo lo bueno que ha derramado en la jornada sobre la humanidad, sobre cada uno de sus hijos. En el Antiguo Testamento era la hora de la ofrenda del incienso, siendo para nosotras el momento oportuno de levantar las manos al Señor.

Le sigue nuevamente la oración silenciosa y personal en Comunidad, durante media hora. Concluida ésta, sobre las 19,50 tiene lugar la frugal cena, también en silencio, y tras unos minutos libres las Hermanas se reúnen a las 20,35 en la sala capitular donde la M. Abadesa u otras Hermanas exponen distintos temas.

A las 21:00 comienzan las «Completas», es el último rezo comunitario del día, su cierre oficial que termina allí donde comenzó: a los pies del altar. Es un rezo sereno y orante, que entreabre un poco la puerta de la existencia a la eternidad… Su colofón es el canto de la Salve a la Señora, a la Madre, que si bien durante todo el día ha ido recibiendo el canto final de todos los rezos ahora tiene un solemne broche.

Este es a grandes rasgos el día laboral, paso a paso, vivido en nuestro Monasterio. Los domingos y festivos tienen un carácter celebrativo algo diferente. La Eucaristía se celebra, con la máxima solemnidad posible, a las 11 de la mañana y el tiempo dedicado al trabajo se convierte en tiempo de libre empleo: paseo, rezo personal, estudio, lectio, una especie de descanso ocupado, vivido a tope por cada una que nos hace vislumbrar un poco lo que podrá ser un día el verdadero «descanso sabático» de la eternidad.

Ubicación

 

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Autobuses:

               Empresa Francisco Larrea, S.A, Tfno. 91 857 71 49. Parada en Gigante.

               Salidas de Madrid:   desde el intercambiador de Moncloa, dársena nº 2

                                                       desde el intercambiador de Plaza de Castilla Tfno. 91 857 71 49. Parada Gigante

                                                       Empresa J. Colmenarejo, Tf. 91 845 00 51 / 91 846 17 43. Parada en Gigante.

                                                        Salen de Madrid del intercambiador de Pza. de Castilla, Andén nº 6

                                                       La estación de ferrocarril más próxima es la de Villalba, a 9 Km

 Hospedería

 

El monasterio cuenta con una hospedería de 15 habitaciones, mixta que permanece abierta durante todo el año. En ella se trata de dar acogida a aquellas personas que lo solicitan y tienen necesidad de unos días de retiro, de silencio interior o simplemente de hacer un alto en su caminar cotidiano. Es un medio de antigua y arraigada tradición monástica, de compartir con las demás personas el bello marco natural que rodea el monasterio, el silencio, incluso la oración de la comunidad, ya que la iglesia monástica permanece abierta al público durante todo el día y se puede disponer libremente de los libros necesarios para participar en la liturgia.

Su régimen de silencio y recogimiento garantizan el ambiente de soledad y respeto para todas las personas que se acercan a ella.

 

Bibliografía

 

La bibliografía que ofrecemos no pretende ser exhaustiva. Dada la estrecha conexión que durante siglos se ha dado entre la parte masculina y femenina de la Orden, a veces se hace necesario acudir a una u otra para esclarecer el conocimiento preciso de alguna época determinada. Es el caso de los capítulos masculinos de la Orden donde también se legislaba para las monjas. Esto justifica la reseña de algunas de las «Definiciones» que pueden ser utilizadas provechosamente para el conocimiento y profundización de las dos ramas de la Orden.

 

  • ·         Definiciones de Don Guillermo de Morimundo, a la orden ynclita caballería de Calatrava en tiempos del maestre don Rodrigo Téllez Girón, 1466 (R.A.H. 9/4910) .
  • Origen, Definiciones y actas capitulares de la Orden de Calatrava, Valladolid, 1568.
  • Definiciones de la Orden y caballería de Calatrava, con relación de su constitución, regla y aprobación, Madrid, 1576.
  • Definiciones de la Orden y caballería de Calatrava, Valladolid, 1600.
  • Definiciones de la Orden y caballería de Calatrava, con relación a su institución, regla y aprobación, Valladolid, 1603.
  • Definiciones de la Orden y caballería de Calatrava, conforme al capítulo general celebrado en Madrid, año de MDCLII, Madrid, 1661.
  • Regla y Establecimiento de la orden de caballería de Calatrava, Madrid, 1748.
  • Fernández Llamazares, J. Definiciones de la orden y caballería de Calatrava. Madrid, 1576.
  • Fernández Llamazares, J. Historia Compendiada de las cuatro órdenes Militares Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, Imprenta de Alhambra y Compañía, Madrid, 1862.
  • Guillamas, M. Reseña histórica del origen y fundación de las Ordenes Militares. Madrid, 1851.
  • Rades y Andrada, F. Chronica de las tres órdenes y caballerías de Santiago, Calatrava y Alcántara.Toledo, 1572.
  • Salazar y Castro, L. Colección manuscrita de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia.
  • Manrique, A. Anales Cistercienses. Lugduni, 1642-1659.
  • Zapater, R. Cister Militante. Zaragoza, 1662.
  • Muñiz, R. Médula Histórica Cisterciense. Vol. VI, Valladolid, 1787-91.
  • Agustí, V. Calatrava, Col. «Páginas del Cristianismo». Bilbao, 1898.
  • Alvarez de Araujo, A. Recopilación histórica de las cuatro órdenes Militares. Madrid 1886.
  • Ceremonial de las Ordenes Militares de Calatrava, Alcántara y Montesa. Madrid, 1893.
  • AA.VV. Diccionario de Hª Eclesiástica de España, Dirigido por Aldea Vaquero, Quintín, Vol. III Ed. Enrique Florez del C.S.I.C., Madrid, 1973.
  • Peñasco,H.; Cambronero, C. Las calles de Madrid, Ed. Facsímil de Caja Madrid de 1975, del original de 1889, herederos de Carlos Cambronero Martínez.
  • Lomas, Derek W. Las Ordenes Militares en la Península Ibérica durante la Edad Media. Salamanca, 1976.
  • Javierre Mur, A. y Gutiérrez del Arroyo C. Guía de la Sección de Ordenes Militares, A.H.N., Patronato Nacional de Archivos Históricos. Madrid, 1958.
  • Anónimo. «Monjas Calatravas. Fundación de la Comunidad de Señoras Comendadoras de Calatrava (Madrid)», Cistercium, X, 1958, 300-309.
  • Respuesta al cuestionario propuesto por el Excmo. Ayuntamiento Constitucional de esta M.H. Villa para insertar en la Guía oficial municipal lo referente a la Comunidad de Señoras Comendadoras de la Orden Militar de Calatrava de esta Corte, domiciliadas hoy en el Real Monasterio de las de Santiago, Madrid, 1896.
  • Gutton, F. La Orden de Calatrava, Comisión de Historia de la Orden del Císter, nº 4 (Commission d’Histoire de L’Ordre de Citeaux, Nº IV), Ed. El Reino, Madrid 1969 (traducción de la obra en francés, La Chevalerie Militaire en Espagne. L’Ordre de Calatrava», Ed. P. Lethielleux, París, 1954).
  • Herrera, L. Historia de la Orden del Císter. Císter en relación con las Ordenes Militares. t. 11 vol. 11,391-418. Las Monjas de las Ordenes Militares. t. 11 vol. 11, 418-432.
  • Tormo, E. Las Iglesias de Madrid, Instituto de España, 1972.
  • Angulo Iñiguez, D. Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia, C.S.I.C. Instituto Velázquez, Archivo Español de Arte, Madrid, 1979.
  • Zapata Fernández, Mª T. Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia. U. Autónoma de Madrid, Memoria de Licenciatura, 1980-81.
  • Sánchez Vigil, J.M. Sanz Martín, Angel Fuencarral imágenes de un pueblo, Madrid, 1992.
  • Herrera Casado, A. Monasterios y conventos en la provincia de Guadalajara. Guadalajara, 1974.
  • Hidalgo, R.; Ramos, R. y Revilla, F. Madrid Barroco, La Librería, Madrid, 1992.
  • Sánchez Domingo, R. Las monjas de la Orden Militar de Calatrava. Monasterio de San Felices (Burgos) y de la Inmaculada Concepción (Moralzarzal-Madrid), Ed. La Olmeda, Burgos, 1997.

I.    Soledad que Despierta

 El Señor dijo a Abraham: “Deja tu país, a los de tu raza y a la familia de tu padre, y anda a la tierra que yo te mostraré. Camina en mi presencia y trata de ser perfecto. Yo confirmaré mi alianza entre tú y yo, y te daré una descendencia muy numerosa”. (Gn 12, 1 y 17, 1-2).

 << Levantémonos, por fin! La Escritura nos urge: “Ya es hora de despertar”.  Con los ojos abiertos a la luz que nos diviniza, con los oídos atentos, escuchemos lo que cada día nos exhorta a la voz divina: “Si hoy oís su voz, no endurezcáis vuestros corazones >>. Y ¿qué nos dice? << venid, hijos, escuchadme; os enseñaré el temor del Señor>>. <<Corre mientras tenéis la luz de la vida para que las tinieblas de la muerte no os envuelvan>>. El Señor, buscando un obrero entre la multitud, todavía insiste: “¿Quién es el hombre que quiere la vida?”>> (Regla de San Benito).

 Como muchos hombres, el monje ama la vida. Él reconoce que Jesús es esta vida, y corre con todo su corazón hacia Él. Jesús lo llama al desierto o a la soledad; es decir, a la tierra que es desconocida para él y poco frecuentada por otros hombres. Su viaje al desierto es una respuesta positiva a la llamada de Dios, llamada inexplicable, que solo puede ser verificada en la fe y la sabiduría espiritual de la Iglesia.

 El monje deja la sociedad para vivir en fidelidad a la alianza misteriosa y personal entre él y Dios, alianza pactada con la sangre de Cristo, asumida en el bautismo y confirmada por su propia vocación y por sus votos. En la soledad, el monje se despierta a la verdad, porque en alguna medida ha experimentado que el caos de codicia, violencia, ambicion y lujuria que el Nuevo testamento llama <<el mundo>> (1Jn 2, 16), es el reino de la mentira. Es un lugar de confusión y de falsedad donde el espíritu está esclavizado y donde no se puede aprender con facilidad los caminos de Dios. El corazón del monje no escapa de esta esclavitud. En la soledad y el silencio, todo su desorden interior sube a la superficie, desaparecen los falsos amores, crece la libertad espiritual y , poco a poco, se restablece la armonía de corazón, con sus exigencias y condiciones necesarias.

 Jesús en el desierto bendijo y consagro esta vida de soledad y silencia. Por eso, para la persona que ha abrazado tal vida, ella no constituye una ruptura de comunión con el mundo, sino que, por el contrario, se vuelve a una forma especial de presencia entre los hombres. En efecto, los sacrificios del desierto lo son en una nueva relación con el universo entero, gracias a la nueva interioridad que despierta en él, por la que encuentra que Cristo habita realmente en su corazón por la fe, más allá de sus sentimientos y sus gustos.

 No todos los que experimentan el deseo ardiente de vivir con Jesús en el desierto o de <<escuchar lo que el Espíritu dice a las Iglesias>> son, por ese mismo hecho, llamados a la vida monástica. Por el contrario, su salida del mundo no sería una experiencia de apertura y enriquecimiento. Para ello están las muchas formas de vida religiosa que incorporan elementos de soledad dentro de un marco de estrecho contacto con la sociedad.

 No obstante, queda en pie el hecho de que existen hombres realmente llamados a abandonar sus hogares, apartarse de las ciudades humanas, dejar las formas más activas de evangelización, para vivir aparte, consagrados a la meditación silenciosa y a la oración litúrgica, al trabajo manual, la soledad, la disciplina corporal, mental y espiritual.

 Más aún, la seriedad total de la vocación monástica podría perderse, si nos olvidáramos de la urgencia que frecuentemente impulsa al monje a salir de la sociedad. Sucede a menudo que los mismos monjes vacilan al hablar sobre este aspecto de su vocación. No quieren como hostiles al mundo, porque piensan que es necesario reconocer la bondad que hay en él y pasar por alto lo malo. En esto tienen una cierta razón. Es un problema delicado. El monje lo puede solucionar únicamente si valora al mundo a la luz de Cristo y no a la luz de la evaluación que el mundo tiene de sí mismo, la cual es completamente engañosa.

 En esta encrucijada de valores, en la que todo hombre de buena voluntad se encuentra tarde o temprano, el monje juzga a la sociedad actual mediante una opción a la vez revolucionaria y pacífica, que las presentes páginas tratan de describir. La palabra tradicional para indicar esta opción en profundidad es “conversión”, una conversión total, un cambio de estructuras vivenciales, mentales y hasta afectivas, para que el Espíritu de Cristo reine en el corazón humano y en todo el pueblo de Dios.

 El monje siente la  necesidad de salir de la sociedad envuelta por las tinieblas de la muerte, no para descansar, sino para realizar esta conversión o, mejor dicho, para permitir que el Espiritu, que renueva día tras día a su Iglesia, la realice en él.

En consecuencia, aunque el monje debe ser aquel cuyos ojos estén completamente abiertos al misterio del mal, también debe estar más dispuesto aún a contemplar la bondad de Dios en la muerte y resurrección de Jesús.

 Esto implica, a su vez, un conocimiento profundo del bien que existe en el mundo, el cual es creación de Dios, y en los corazones de los hombres, todos los cuales están hechos a imagen de Dios, redimimos por Jesús y llamados por él a la luz de la verdad y a la unión con él en el amor. El monje no pide que Dios tolere simplemente el mal o lo pase por alto, sino que enfrenta el valor de la vida resucitada de Cristo con la iniquidad del mundo. Esta es la perspectiva de la esperanza cristiana, que cree que el mal, por grande que sea, es vencido por la verdad y la bondad, las cuales pueden parecer de poca fuerza, pero en realidad no están sujetas a limitaciones cuantitativas.

 Pero, hay que pagar un precio. Si el monje debe ser, como Abraham, un hombre de fe, no se le permite simplemente establecerse en un nuevo dominio y desarrollar una nueva clase de sociedad para sí mismo, y allí asentarse para una existencia plácida y autocomplaciente. Paz y orden y virtud deben caracterizar siempre la vida de la familia monástica. Pero también hay sacrificio. Así como Dios exigió de Abraham una docilidad que prefiguró la obediencia de Cristo hasta la muerte (Fil 2,8), se le exige también al monje que corone su renunciamiento al mundo por una renuncia mucho más difícil: la del propio yo. Esta autorrenuncia se efectúa en primer lugar por la vida de los votos monásticos, especialmente por la obediencia; pero el sacrificio del yo se consume sobre todo en el secreto fuego de la tribulación interior. Ésta es la prueba real del monje que algún día le será requerida y lo despertará verdaderamente. Pero nadie puede predecir exactamente cuándo el fuego será encendido por el Señor. Puede ser que la prueba comience en toda su intensidad solamente al llevar el monje muchos años en el monasterio. No siempre el sacrificio es comprendido por el mismo monje, ni por aquellos que viven con él. Su sentido está escondido por el mismo monje, ni por aquellos que viven con él. Su sentido está escondido en el corazón de Cristo. Lo que importa es estar dispuesto a ofrecer todo, aun lo más querido, si Dios lo pide.

 

Sólo así se pueden apreciar las palabras de Juan XXIII acerca de la vida contemplativa en el Cister: “La  Iglesia, al paso que aprecia bastante el apostolado externo, tan necesario en nuestros tiempos, sin embargo, atribuye la más grande importancia a la vida dedicada a la contemplación, y precisamente en esta época demasiado empeñada en acentuado activismo. Pues el verdadero apostolado consiste en la participación en la obra de salvación de  Cristo, cosa que no puede realizarse sin un intenso espíritu de oración y sacrificio. El Salvador liberó al mundo, al esclavo del pecado, especialmente con su oración al Padre y sacrificándose a sí mismo; por esto el que se esfuerza por revivir este aspecto íntimo de la misión de Cristo, aunque no se dedique a ninguna acción externa, también ejercita el apostolado de una manera excelente”.

 << Dar lugar >> al reinado de Cristo es el significado verdadero de toda renuncia monástica. Pero aunque a veces se la pinta en términos dramáticos, por regla general no tiene nada de dramático. De hecho, aquellos cuya sensibilidad insiste en hacer una tragedia de todo lo que les ocurre, no pueden durar mucho en el monasterio. En la vida monástica se puede hallar una paz y un desapego que no son experimentados ni dichosos, ni como amargos. Son tranquilos, pacientes y en cierto sentido indiferentes. Porque la paz real de la renuncia monástica es a un mismo tiempo normal y más allá del alcance del sentimiento. Es algo que no se puede conocer antes que uno abandone cualquier intento de pesarlo o medirlo. Llega a ser evidente únicamente en la medida en que uno olvida sus propios deseos y no busca agradarse a sí mismo, sino al Señor. Entonces se descubre que Jesús es el secreto de la sociedad.